Javier Caraballo
Que dice la Pantoja que no sabía que en su cuenta corriente le habían ingresado un millón y pico de euros. Se lo ha dicho al juez del ‘caso Malaya’. Lo admirable de este tipo de declaraciones debe ser el tono sereno con el que este personal de Marbella se presenta en el juzgado y dice estas cosas. Lo más normal del mundo, o sea. A ver a quién no le ha ocurrido alguna vez que le ingresen en su cuenta un millón de euros y se le pase por alto en el recibo del cajero.
En esto, la Pantoja ha recordado el juicio reciente contra un director de conservatorio, acusado de malversación, que reconoció en el juicio que su gestión «no fue pulcra» porque en aquellas fechas tenía «un desorden de bolsillo». Luego confesó que tuvo problemas personales, que tomaba medicación, que estaba derrumbado y no era consciente de lo que hacía. Bueno, en fin, que siempre sucede lo mismo, porque la ofuscación no le impidió dar órdenes precisas al banco para que no remitiera al conservatorio la documentación sobre las operaciones que efectuaba.
Lo interesante es el eufemismo, el ‘desorden de bolsillo’, porque es una excusa perfecta para esa jet set marbellí de las fiestas del gilismo, atiborrada de comisiones y silicona. Un millón de euros de más en la cuenta es un trastorno cotidiano, una alteración de la naturaleza. Como normal debemos entender que Isabel Pantoja tuviera en su casa trescientos mil euros para los gastos del día a día: el pan, la leche, el jamón de york y cosas así. También esto último es desorden de bolsillo. Comprenderán que uno no acuda al banco a sacar dinero cuando tiene en su casa cincuenta millones de pelas para ir tirando. Y si no va al banco, ¿cómo iba a percatarse, entonces, de que algún desconocido le había ingresado un millón de euros en su cuenta corriente? Pobre.
Estas cosas, de todas formas, deben ser de familia. Costumbres hogareñas, porque también Maite Zadívar, si recuerdan, le contó al juez que en su casa le pidieron a la limpiadora que se andara con cuidado a la hora de limpiar los dormitorios, porque guardaban debajo de las camas bolsas de basura con dinero para los gastos ordinarios. Cuando su marido se fue en la carriola rociera con Isabel Pantoja, por esos caminos de polvo y cante de Doñana, Maite Zaldívar recogió aquel dinero repartido por armarios, cajones y dormitorios y se largó a una nueva vida. ¿Y saben cuánto logró reunir? Pues trescientos mil euros, la misma cantidad que Isabel Pantoja. Lo cual, que debe ser cosa de Julián Muñoz, una costumbre paternal con sus mujeres. «Toma, niña, te dejo aquí cincuenta kilos para que no te veas desaviada. Ya me avisas si necesitas para otra cosa, que esto es para ir tirando».
Desorden del bolsillo. Es tan normal que ocurra que ni siquiera en la Junta de Andalucía se percataron de nada raro cuando Isabel Pantoja acudía al Palacio de San Telmo a llorarle a Chaves.
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