Que Gibraltar tenga una renta per cápita anual de 45.000 euros es la mejor prueba de que no está acogotada
ELEVANDO al cubo el episodio del carterista que, pillado in fragantien
las artes de su oficio, se pone al frente de la multitud que le
persigue al grito de «¡Al ladrón, al ladrón!», el llamado «ministro
principal» –que no es ministro ni principal, sino el simple alcalde de
Gibraltar, pues allí quien manda es el gobernador británico, hoy el
teniente general James B. Dutton– ha denunciado a los españoles ante la
ONU por «acoso a los gibraltareños, invasión de sus aguas, incendios de
sus propiedades e incluso disparar contra ellos». En ese pliego de
cargos, sólo hay una verdad: que los gibraltareños tienen propiedades en
España, incluidas las tres que tiene el propio Picardo. Sin pagar
impuestos por ellas, como ningún otro tributo, como el peaje hasta
llegar a ellas. Sin que los españoles podamos tener propiedades en la
Roca.
En cuanto a las aguas que rodean el Peñón, ese
pintoresco perdonavidas olvida que no fueron cedidas con la plaza, como
tampoco lo fue el istmo, ni se autorizó el paso por tierra a la zona
circunvecina, que él hace cuando le da la gana. Sobre los disparos de
que habla, no quiso puntualizar, pero allí los únicos tiros que se han
oído últimamente fueron los de los soldados ingleses que hacían
prácticas de tiro contra una boya con la bandera española. Daltonismo
que tiene.
Sabíamos de su afán de que la ONU los borre de
la lista de colonias –hasta ahora, sin éxito–, como el de enfrentar a
ingleses y españoles, para lo que no necesita mucho esfuerzo, pues los
ingleses le necesitan como perro faldero tanto como él necesita a los
ingleses como mastines ante los españoles. Pero es hora más que sobrada
de parar los pies a ese lanzador de bloques de cemento con púas al mar,
para quitar el pan a unos pescadores que vienen faenando allí por
generaciones, recordándole, primero, que Gibraltar es una colonia que
tiene que descolonizarse a través de negociaciones entre los gobiernos
español y británico, sin que sus habitantes tengan otro derecho que el
que se respeten sus «intereses», no sus «deseos». Segundo, que Gibraltar
es un paraíso fiscal en el que se realizan todo tipo de negocios
sucios, desde lavado de dinero negro a venta de armas de todo tipo, por
no hablar ya del contrabando diario de tabaco. Y tercero, que su negocio
de juego on-line depende de la buena voluntad de España por las
terminales informáticas y telefónicas que le presta. Una buena voluntad
que ha sido usada y abusada hasta la saciedad.
Que Gibraltar tenga una renta per cápita anual
de 45.000 euros anuales, la cuarta del mundo, es la mejor prueba de que
no está acogotada ni nada que se le parezca por parte de España ni de
nadie. Indica más bien que es España la que se ve esquilmada desde esa
colonia en el extremo sur de su territorio, cuando la era de las
colonias ha pasado hace ya tiempo. Naturalmente, Fabián Picardo nunca lo
reconocerá, por la cuenta que le tiene. O las cuentas.
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