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viernes, 11 de octubre de 2013

EL ALCALDE DE GIBRALTAR


Que Gibraltar tenga una renta per cápita anual de 45.000 euros es la mejor prueba de que no está acogotada
ELEVANDO al cubo el episodio del carterista que, pillado in fragantien las artes de su oficio, se pone al frente de la multitud que le persigue al grito de «¡Al ladrón, al ladrón!», el llamado «ministro principal» –que no es ministro ni principal, sino el simple alcalde de Gibraltar, pues allí quien manda es el gobernador británico, hoy el teniente general James B. Dutton– ha denunciado a los españoles ante la ONU por «acoso a los gibraltareños, invasión de sus aguas, incendios de sus propiedades e incluso disparar contra ellos». En ese pliego de cargos, sólo hay una verdad: que los gibraltareños tienen propiedades en España, incluidas las tres que tiene el propio Picardo. Sin pagar impuestos por ellas, como ningún otro tributo, como el peaje hasta llegar a ellas. Sin que los españoles podamos tener propiedades en la Roca.
En cuanto a las aguas que rodean el Peñón, ese pintoresco perdonavidas olvida que no fueron cedidas con la plaza, como tampoco lo fue el istmo, ni se autorizó el paso por tierra a la zona circunvecina, que él hace cuando le da la gana. Sobre los disparos de que habla, no quiso puntualizar, pero allí los únicos tiros que se han oído últimamente fueron los de los soldados ingleses que hacían prácticas de tiro contra una boya con la bandera española. Daltonismo que tiene.
Sabíamos de su afán de que la ONU los borre de la lista de colonias –hasta ahora, sin éxito–, como el de enfrentar a ingleses y españoles, para lo que no necesita mucho esfuerzo, pues los ingleses le necesitan como perro faldero tanto como él necesita a los ingleses como mastines ante los españoles. Pero es hora más que sobrada de parar los pies a ese lanzador de bloques de cemento con púas al mar, para quitar el pan a unos pescadores que vienen faenando allí por generaciones, recordándole, primero, que Gibraltar es una colonia que tiene que descolonizarse a través de negociaciones entre los gobiernos español y británico, sin que sus habitantes tengan otro derecho que el que se respeten sus «intereses», no sus «deseos». Segundo, que Gibraltar es un paraíso fiscal en el que se realizan todo tipo de negocios sucios, desde lavado de dinero negro a venta de armas de todo tipo, por no hablar ya del contrabando diario de tabaco. Y tercero, que su negocio de juego on-line depende de la buena voluntad de España por las terminales informáticas y telefónicas que le presta. Una buena voluntad que ha sido usada y abusada hasta la saciedad.
Que Gibraltar tenga una renta per cápita anual de 45.000 euros anuales, la cuarta del mundo, es la mejor prueba de que no está acogotada ni nada que se le parezca por parte de España ni de nadie. Indica más bien que es España la que se ve esquilmada desde esa colonia en el extremo sur de su territorio, cuando la era de las colonias ha pasado hace ya tiempo. Naturalmente, Fabián Picardo nunca lo reconocerá, por la cuenta que le tiene. O las cuentas.

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