Una mayoría ignora que el holocausto es la base de la financiación de Israel
y, por tanto, del conflicto que aqueja Oriente Medio.
Medalla Nazi Sionista
acuñada por orden de Goebbels en 1933,
para conmemorar la
expedición Nazi-Sionista a Palestina.
Un nuevo dato que hace
preciso investigar a fondo las oscuras conexiones entre sionismo y III Reich
El holocausto es definido como un suceso único e irrepetible, sin parangón
en la historia y que por ello ha de ser recordado de manera única para
evitar que suceda de nuevo.
En principio, las organizaciones que representan familiares de las víctimas de la supuesta matanza, recibieron hasta el año 2000, en concepto de indemnización por parte del gobierno alemán, 60.000 millones de dólares. La realidad es que organizaciones como el Congreso Judío Americano, la logia masónica Bi’nai Brith y la Conferencia sobre Solicitudes Materiales Judías contra Alemania se han ocupado de gestionar ese dinero.
El estado alemán regala abundante material militar a Israel que,
complementado con las ingentes sumas que le regala EE.UU., constituyen gran
parte de la riqueza israelí, basada en la extorsión y la especulación sobre
un hecho histórico que diversos estudiosos, algunos encarcelados por ello,
ponen en duda.
Entre ellos hay también judíos, como el norteamericano
Norman
Finkelstein, autor de
La industria del holocausto.
Este libro aclara, con todo lujo de citas, documentos y declaraciones, cómo los judíos sionistas vienen extorsionando a los alemanes desde 1952 obteniendo fondos así para armarse. La madre del autor del libro, Norman Finkelstein, que sobrevivió al gueto de Varsovia, sólo recibió 3.500 dólares, mientras que, como reconoce el propio autor, muchas personas que jamás habían estado encerrados en los campos, recibieron cientos de miles de dólares.
Este libro aclara, con todo lujo de citas, documentos y declaraciones, cómo los judíos sionistas vienen extorsionando a los alemanes desde 1952 obteniendo fondos así para armarse. La madre del autor del libro, Norman Finkelstein, que sobrevivió al gueto de Varsovia, sólo recibió 3.500 dólares, mientras que, como reconoce el propio autor, muchas personas que jamás habían estado encerrados en los campos, recibieron cientos de miles de dólares.
En una comparecencia parlamentaria de 23 de febrero del 2000, el gobierno alemán reconoció que sólo alrededor del 15% del dinero entregado a la Conferencia de Solicitudes Materiales llegó a las víctimas realmente. ¿A dónde fue ese dinero?
A través de las organizaciones citadas, acabó en el estado de Israel, que lo ha utilizado para armarse hasta los dientes y convertirse en el ejército más potente de la zona. Así pues, el holocausto es el culpable de las bombas que diariamente matan a palestinos y libaneses.
En España tenemos un ejemplo paradigmático: se demostró hace pocos años, que el presidente de la Asociación de Víctimas de Mauthausen, el español Enric Marco Batlló no vivió el holocausto. Un gran escándalo que se cerró con la boca pequeña, pese a que el citado Marco llegaba a llorar en muchos de los actos benéficos que organizaba. Desde su condición de judío, Finkelstein reconoce que el holocausto con mayúsculas como suceso histórico, único e irrepetible, empezó a gestarse a finales de los cincuenta-sesenta.
Hasta entonces, ni a los propios judíos les interesaba demasiado, y este
hecho coincidió con la llegada de esos fondos. A ello contribuyeron
tremendamente varios libros supuestamente autobiográficos, que se han
demostrado falsos. Tanto The Painted Bird, del exiliado polaco
Jerzy Korsinsky (un relato de las andanzas de un
niño por la Polonia rural) como Fragments, de Binjamin Wilkomirsky, basado en el anterior, son inventados,
con el agravante de que el segundo fue galardonado con diversos premios de
literatura judía, ni siquiera es hebreo.
Finkelstein argumenta que el holocausto con mayúscula fue una construcción ideológica para fundamentar el apoyo de Estados Unidos a Israel y, de paso, acallar al resto del mundo.
El reputado escritor israelí, Boas Evron, afirma:
“la conciencia del holocausto es en realidad un adoctrinamiento propagandístico oficial, una producción masiva de consignas y falsas visiones del mundo, cuyo verdadero objetivo no es en absoluto la comprensión del pasado sino la manipulación del presente”.
Esta manipulación se basa en su concepción de hecho irrepetible y sin
parangón, a la manera de una religión mistérica.
Elie Wiesel afirma que el holocausto,
“es imposible de comprender ni de describir, y nunca será comprendido ni transmitido”.
Es de reseñar que la palabra holocausto
aparece 219 veces en el Antiguo Testamento, y era el sacrificio “en
principio de animales” que el pueblo judío realizaba a
Jehová.
Esa singularidad del holocausto proporcionó al pueblo judío el estado de
Israel pero ni siquiera existe unanimidad respecto a la existencia de
ese pueblo.
El escritor judío Arthur Koestler refutó a mediados del
siglo XX la existencia de un pueblo judío originario de Palestina al
descubrir para el gran
público el origen de los judíos askhenazis, que se establecieron en el Este de Europa (Alemania, Polonia, repúblicas bálticas, Rusia, Hungría, Ucrania, Georgia) y cuyo origen se remonta al pueblo khazar, original de la orilla del Mar Caspio, y que fue expulsado por las huestes de Gengis Khan.
público el origen de los judíos askhenazis, que se establecieron en el Este de Europa (Alemania, Polonia, repúblicas bálticas, Rusia, Hungría, Ucrania, Georgia) y cuyo origen se remonta al pueblo khazar, original de la orilla del Mar Caspio, y que fue expulsado por las huestes de Gengis Khan.
En el siglo IX, teniendo que elegir entre el imperio islámico y el
bizantino, su monarca decidió convertirse al judaísmo, arrastrando a su
pueblo a esa religión. Esa es la explicación de que una gran parte delos
israelitas tengan los ojos azules y la tez blanca, pues son de raza aria,
como sus antecesores,
los khazares.
Este mismo argumento ha sido refrendado por el historiador israelí, Shlomo Sand, quien afirma:
“El pueblo judío es una invención” en su bestseller Cuándo y cómo se inventó el pueblo judío.
El holocausto ha dado al estado judío una coartada ante el resto de seres
humanos, lo que, para Boas Evron,
“equivale a todas luces a cultivar deliberadamente la paranoia... Esta mentalidad perdona de antemano cualquier trato inhumano que se inflija a los no judíos, ya que la mitología dominante sostiene que todo el mundo colaboró con los nazis para destruir a la comunidad judía”.
El penúltimo capítulo de esta película que tanto afecta a la realidad que
vivimos es el asunto del oro judío en las cuentas de Suiza. Un día, las
organizaciones sionistas empezaron a hablar de que muchos judíos depositaron
en bancos suizos su dinero y oro pero, a consecuencia de su desaparición,
esas cuentas no fueron reclamadas por sus familiares.
Los sionistas (Elie Wiesel,
Simon Wiesenthal y después, el Consejo de comunidades judías) se
acercaron a los banqueros suizos y les dijeron que querían 20.000 millones
de dólares, amenazándoles con una ola de demandas; no en vano el 40% de los
despachos de abogados punteros de Nueva York, son judíos. [Curiosamente,
Hitler no invadió Suiza, y eso que allí viven alemanes...].
Los banqueros suizos respondieron que lo máximo que podían hacer era realizar una auditoria y, después de soportar el acoso de los medios de comunicación mundiales, ofrecieron 600 millones, aunque el valor de las cuentas se situaba entre 170 y 269 millones de dólares.
Los sionistas les respondieron con argumentos pesados: los bancos norteamericanos controlados por judíos amenazaron con retirar sus fondos de pensiones de bancos suizos. Al final, después de varios años y 600 millones de dólares empleados para defenderse de la industria del holocausto, los banqueros
convinieron en pagar 1.250 millones.
El acuerdo iba encaminado a reparar a tres grupos de personas: reclamantes de cuentas inactivas domiciliadas en Suiza, aquellos a los que este país había negado asilo y víctimas del régimen de trabajo esclavista.
Para justificar el dinero que reclamaban, las organizaciones sionistas
aumentaron enormemente la cifra tradicional de supervivientes del holocausto
(100.000) con lo que, de paso, desmontaban el mito de que nadie salía vivo
de allí y ¡acercaban las cifras a lo que mantenían los negacionistas
del exterminio judío! Así, a finales del año2000, de acuerdo a las
organizaciones judías, había el doble de supervivientes del holocausto que
en 1945.
Cosas como éstas, son las que hicieron decir a la madre de Finkelstein:
“si todas las personas que dicen haber sobrevivido el holocausto, lo hicieron: ¿a quién mató Hitler?”.
Otros de los datos que quizás llamarán la atención es que en
EE.UU. existen
siete grandes museos del holocausto (ninguno sobre los genocidios de indios
o negros que, al fin y al cabo, son de allí) y más de cuatrocientas cátedras
universitarias sobre el tema, aparte de que el día del holocausto se celebra
en todos los estados.
Actualmente, son muchos los países que encarcelan a los investigadores del
holocausto que no aceptan la versión oficial de los hechos. La razón, según
el disidente Ernst Zundel es que “el holocausto es la
espada y el escudo del estado de Israel”.
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