Mientras el apoyo a la figura del rey cae a mínimos negativos en sólo tres meses, de 21 a -11, los datos electorales a fecha de hoy anuncian el grito de un cambio urgente en las reglas de juego del país: PP 24,5% de los votos, PSOE 23%, Izquierda Unida 15,6% y Unión Progreso y Democracia (UPyD) 13,5%, ese sería el resultado de unas elecciones en España en la actualidad, con una participación aproximada de sólo el 53% de la población con derecho a voto. Nunca los dos partidos mayoritarios sumaron menos del 50% de los sufragios, nunca la desaprobación de la ciudadanía fue tan tajante, no aprueba ningún ministro ni de lejos y la gestión del PP y el PSOE es rechaza da manera más que amplia.
Cuando el 20N ganó el PP las elecciones mayoría absoluta escribí un artículo titulado “20N, LA TUMBA DEL PP”; en el mismo texto señalaba el fin del bipartidismo. A un año y cuatro meses lo que dije se hizo realidad, sin ánimo de querer profetizar. El modelo pseudodemocrático español está obsoleto, las instituciones partidistas no responden a las necesidades de los ciudadanos y éstos sienten, con mucha razón, que más que las causas de sus supuestas acciones legítimas, son las razones de su cansancio, su antipatía, y su vano intento de dar una buena imagen a la ciudadanía a la que, en el fondo, muchos dirigentes detestan.
Por su parte el PSOE es incapaz de rentabilizar la caída libre del PP al haber practicado una política en la que ha ignorado la gravedad de la crisis financiera, ha tomado no pocas medidas de corte neoliberal, ha desoído las propuestas de dación en pago y mantiene posiciones híbridas entre la reacción, acorde con el sentimiento social, y las posturas más tradicionales, cerca de la línea política que ha llevado desde que ganó Felipe González. La línea tradicional, asociada a la izquierda light no convence a muchas capas sociales, las cuales prefieren decisiones claras y directas, sin medias tintas, algo a lo que PSOE se ha resistido demasiado tiempo y ahora está pagando el justo precio.
El peligroso camino que ha iniciado el sistema puede conducir a dos hechos: o bien aparecen partidos que sirvan de alternativa y tengan otro modus operandi o simplemente estamos condicionados a tener partidos extremos e irreconciliables, como ya sucede en Grecia o en italia, donde hacer gobierno parece un milagro sacado de la chistera de la mago de Oz. Lo malo de todo ello es el abandono de la gestión pública y el envío de amplias capas sociales a la exclusión social y a la pobreza, no sólo económica, sino por el imposible acceso a los medios de los que dispone el Estado para crear un orden democrático y justo y, ante ello, las instituciones se protegerán de los ataques ciudadanos, conduciendo a la democracia a una etapa de momificación. De nosotros, los españoles, depende, que tan dantesco escenario no se haga realidad, para pesadilla de nuestra generación y las que nos sigan.
ÁNGEL VILVOORD.
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