Altísimo. El precio es España. Por no saber defenderla, Rajoy se la ha entregado a sus peores enemigos. Los peores enemigos de España son todos españoles, con algún argentino mezclado entre ellos. Un sector del PSOE, el de Zapatero y Sánchez, odia a España. En Podemos, el odio es más intenso, como en las menguadas huestes de Garzón. Y para ser presidente del Gobierno, Sánchez ha vendido a España a los independentistas catalanes, los independentistas vascos y a los herederos de los terroristas de la ETA y Grapo. Es decir, que se ha lucido Sánchez para ser Presidente del Gobierno del Estado que desea destruir. Me preocupa, y mucho, la sonrisa permanente de su asistenta Margarita Robles, la silbante resentida de los papos asimétricos. Ella ha sido la que nos ha anunciado el retorno a las políticas de Zapatero. Me preocupa el júbilo de Monedero, el de los 400.000 euros, y el de los dueños del chalé. Pero no es la preocupación lo que me domina. Me manda el asco. Me siento asqueado por ser parte y vida de una nación maravillosa tan repentinamente poblada de indeseables. De traidores, de resentidos, de envidiosos y de enemigos de su integridad. Me asquea que los votos chantajistas y chantajeados del 0,6% de los españoles pueden determinar el Sí o el No en una moción de censura de un Parlamento que representa a veinte millones de votantes. Me asquea que ese 0,6 % de los eternos traidores del PNV, que han sobrevivido siempre gracias al dinero que han percibido a cambio de sus coacciones institucionales, pueda ser el principio de una definitiva puesta en marcha del independentismo. Me asquea el odio a España de unos españoles que aprendieron a odiar el mismo día de su llegada a este mundo. Y que no han querido moverse de la aldea, de la aldea donde se enseña a mentir, a falsear y a vomitar sobre la realidad de España. Tenía pensado extenderme con Sánchez. No lo merece. Es el típico hortera de bolera americana y salón de masajes que aprovecha todas las cloacas para unirlas en torno a su persona. En esa labor es hábil. Pero no merece la pena Sánchez. No del todo es Sánchez culpable. Todo empezó con los complejos de inferioridad en la transición. Complejos de la UCD. Con los años finales del socialismo de Felipe González. Con la soberbia, la entrega al nacionalismo catalán de Pujol, protagonizada por Aznar, el que se sabía rodear de los mejores. De los mejores ladrones, quiero decir. Con el desastroso período de Zapatero. Con la corrupción heredada que no ha querido atajar Rajoy. Con el PSOE enfangado hasta las cejas con sus ERE. Con la reaparición del estalinismo en España, y la exaltación de la venganza. Con unos políticos que se han aplicado en restaurar la guerra finalizada ochenta años atrás. Siento asco, y ellos son culpables, hacia todos los que han colaborado en que esto que hoy sucede, haya ocurrido. Los ladrones del dinero público y del dinero privado. Los antiespañoles que sólo respetan a España cuando España los financia. Los empresarios de la codicia desmesurada y la impostura desmedida. Los obispos que animan la violencia, y que ya no son los vascos, sino los catalanes de hoy. Los periodistas que obedecen a sus empresarios, tan difíciles de obedecer porque la mayoría no se sabe por dónde andan y a qué se dedican. Siento asco que una tierra única, en su Historia y su aventura, en su heroicidad y su trabajo, esté en manos de una generación de auténticos sinvergüenzas, vagos, arribistas, traidores e ignorantes. Permítaseme el desahogo. No es una crítica. Es un llanto. España se merece a España, pero no a tanto hijoputa reunido en este primer tramo del siglo XXI. Antes los buenos españoles eran más. Hoy sabemos dónde están los buenos. Es de esperar que no sea necesario recordarles que lo son. ¿Cómo te pueden odiar tanto, España
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