Fue
en 1981 cuando Tejero dio un golpe de estado, fue al parlamento y
disparó al techo diciendo su célebre frase. En aquel momento España
comenzaba a despertar del franquismo radical y un grupo de militares
pensaron que lo mejor era regresar a lo anterior. Treinta y dos años
después, tras largos años de institucionalizada democracia, los
españoles se echan a la calle, a las puertas del parlamento, para pedir
dimisión, cambio de política, de justicia y de percepción social en la
clase política. La transición resultó ser incompleta y algunos ideales
del franquismo siguen muy vivos en la muy enferma democracia de España.
Una imagen romántica de una revolución del siglo XIX podría haber sido lo mismo, pero con una diferencia. Se puede decir que se ha dado otro golpe de estado, pero este es imperceptible ya que se cuela en la economía doméstica, en los parados, en los que no pueden comer de manera adecuada, en los que no tienen dinero para pagar las pensiones de alimentos de sus hijos, por no decir ya la compensatoria, en los que no pagan la hipoteca desde hace meses, en los que tienen que emigrar para tener un futuro digno o en los que, sencillamente, se suicidan. El gobierno del PP ha ido cumpliendo las órdenes respectivas para tener un país con una democracia secuestrada y se le llena la boca de éxito cuando dice defender los derechos de los ciudadanos de a pie. Mentira. En España se ha dado un golpe fáctico, el mismo que se ha dado en Grecia, Portugal y que pronto será realidad en Alemania, cuando entren en profunda recesión.
Estamos en la batalla final de un capitalismo decadente, en un momento en el que se caen sus muros por su estado de putrefacción y el pueblo, harto, no quiere más de lo mismo.
Tras la manifestación, hubo algunos incidentes con la policía. Algunos menores de edad llevaban cócteles explosivos similares a los que se emplean en las manifestaciones griegas, algo nuevo y peligroso, algo que anuncia que la tensión en la calle va en aumento.
La pregunta es, sin embargo, otra. ¿Y ahora qué? ¿Qué piensan hacer los ciudadanos, qué alternativa tienen in mente frente a este sistema momificado y maloliente? Porque ahora nos toca a nosotros decidir qué orden social queremos tener. El de ellos, además de ser inútil, es tan antiguo que en el siglo XIX muchos lo detestaban.
ÁNGEL VILVOORD.
Una imagen romántica de una revolución del siglo XIX podría haber sido lo mismo, pero con una diferencia. Se puede decir que se ha dado otro golpe de estado, pero este es imperceptible ya que se cuela en la economía doméstica, en los parados, en los que no pueden comer de manera adecuada, en los que no tienen dinero para pagar las pensiones de alimentos de sus hijos, por no decir ya la compensatoria, en los que no pagan la hipoteca desde hace meses, en los que tienen que emigrar para tener un futuro digno o en los que, sencillamente, se suicidan. El gobierno del PP ha ido cumpliendo las órdenes respectivas para tener un país con una democracia secuestrada y se le llena la boca de éxito cuando dice defender los derechos de los ciudadanos de a pie. Mentira. En España se ha dado un golpe fáctico, el mismo que se ha dado en Grecia, Portugal y que pronto será realidad en Alemania, cuando entren en profunda recesión.
Estamos en la batalla final de un capitalismo decadente, en un momento en el que se caen sus muros por su estado de putrefacción y el pueblo, harto, no quiere más de lo mismo.
Tras la manifestación, hubo algunos incidentes con la policía. Algunos menores de edad llevaban cócteles explosivos similares a los que se emplean en las manifestaciones griegas, algo nuevo y peligroso, algo que anuncia que la tensión en la calle va en aumento.
La pregunta es, sin embargo, otra. ¿Y ahora qué? ¿Qué piensan hacer los ciudadanos, qué alternativa tienen in mente frente a este sistema momificado y maloliente? Porque ahora nos toca a nosotros decidir qué orden social queremos tener. El de ellos, además de ser inútil, es tan antiguo que en el siglo XIX muchos lo detestaban.
ÁNGEL VILVOORD.
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