A continuación reproduzco un extracto del artículo "Beslán: un año después el misterio se aclara" escrito por Thierry Meyssan, director de la web antiimperialista
Red Voltaire, fundamental para entender quiénes y por qué están detrás de los recientes atentados terroristas de Moscú y del conflicto del Cáucaso en general. Un par de datos muy reveladores, aportados por Meyssan en este artículo, es que, por un lado, Chechenia y el territorio del Cáucaso en general es una zona a través de la cual pasa una amplia red de oleoductos indispensable para la explotación rusa del petróleo del Mar Caspio, y por otro, el gobierno checheno en el exilio, del cual, Shamil Basáyev (quien se atribuyó la autoría intelectual de la masacre de Beslán) fue viceprimer ministro, dispone del apoyo del American Committee for Peace in Chechenya, que dirige el ex consejero de Seguridad Nacional Zbigniew Brzezinski, con sede en los locales de la Freedom House, dirigida a su vez por el ex director de la CIA James Woolsey.
No es prudente considerar la actualidad internacional sin tener en cuenta las realidades estratégicas. Durante la toma de rehenes del 3 de septiembre de 2004 en Beslán, Rusia, que terminó con la muerte de 186 niños, los repetidores mediáticos dominantes se distanciaron del horror afirmando que apoyaban a los «chechenos moderados» de Aslan Maskhadov, quien contaba entonces con el apoyo de Londres y Washington. Sin embargo, un año más tarde, Shamil Basáyev, organizador de la operación concebida para provocar una carnicería, acaba de ser proclamado viceprimer ministro del gobierno en el exilio. Con el tiempo, se comprueba una vez más que la emoción inmediata sirve a intereses más complejos: los recursos del Mar Caspio.
El 1º de septiembre de 2004, un grupo de hombres armados irrumpía en una escuela de Beslán (Osetia del Norte) y tomaba niños, padres y profesores como rehenes. Al cabo de tres días de crisis, de una serie de explosiones y el asalto de las fuerzas del orden, 376 personas encontraron la muerte, entre ellas 172 niños.
La acción fue reivindicada por Shamil Basáyev, un jefe militar checheno. Extrañamente, la prensa occidental, lejos de expresar la menor compasión por los rusos, arremetió con saña contra el presidente Putin, acusado de ser responsable de la carnicería por mantener una atroz guerra colonial en Chechenia y a la vez por haber organizado un asalto a ciegas.
Algunos autores fueron más lejos, acusando a Vladimir Putin de haber provocado deliberadamente el baño de sangre para justificar nuevas medidas autoritarias.
Por su lado, el Kremlin respondió afirmando que la toma de rehenes no tenía relación con el conflicto checheno, el cual estaría en vías de normalización, sino que demostraba que Rusia era blanco del terrorismo internacional. Esta versión fue rápidamente modificada cuando expertos rusos dejaron entrever que la operación habría sido preparada en realidad por los servicios británicos para debilitar a Rusia.
Un año después ¿qué sabemos de aquel drama, de los objetivos políticos de sus protagonistas y de sus consecuencias?
El drama checheno
Para dar respuesta a estas preguntas, es necesario reconstruir primero el contexto de los hechos. Chechenia es un Estado miembro de la Federación Rusa que vivió dos guerras sucesivas en un decenio y sigue inmersa en el caos. Para quienes tienen una visión étnica de Rusia, blanca y ortodoxa, el asunto es un caso de guerra colonial clásica. Por el contrario, para quienes tienen una definición euroasiática de la Federación, el problema actual es consecuencia del derrumbe del Estado en el periodo 1991-1999, durante el cual el presidente Yeltsin vaciló entre la guerra contra su propia población y la independencia de facto. El vacío de poder fue aprovechado a la vez por las bandas armadas y los predicadores islamistas según un esquema comparable al que conoció Afganistán durante la misma época.
Ambos puntos de vista pueden sostenerse por igual, pero es importante entender bien las ideologías que les sirven de base. La visión étnica es la que defienden la extrema derecha, en Rusia y en la misma Chechenia, y, en Occidente, los partidarios del «choque de civilizaciones». La visión euroasiática es la que promueve el presidente Putin, quien no deja pasar ninguna ocasión de celebrar el aporte musulmán a la edificación de Rusia.
El análisis histórico da la razón a los partidarios de la visión euroasiática, como ha señalado el profesor Francisco Veiga de la universidad de Barcelona, quien no desecha sin embargo el punto de vista étnico, que puede constituir un proyecto político.
Como quiera que sea, la cuestión chechena es también, y quizás sobre todo, una cuestión estratégica internacional: a través de ese Estado pasa una red de oleoductos indispensable para la explotación rusa del petróleo del Mar Caspio. Por consiguiente, los rivales y adversarios de Rusia, especialmente Estados Unidos, están interesados en que el conflicto perdure y que se extienda incluso a todo el Cáucaso. Los esfuerzos que este último país despliega en la región son visibles. Ha instalado a sus servidores en Georgia, cuyo ejército controlan, y controlan el espacio aéreo desde su base de Incirlik, en Turquía. En respuesta, los rusos apoyan por debajo del tapete, en Georgia, a los separatistas de Osetia del Sur.
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También os recomiendo la lectura de: - "La conexión Bush-Al Qaeda-terrorismo checheno" de Manuel Freytas.- "El complejo conflicto checheno" de Antonio Torres.
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