Abstención
JOSE MARÍA ALONSO
En la sociedad actual se hace necesario por puro sentido común que deleguemos nuestra representación política, no estamos en la Atenas clásica y es materialmente imposible someter a votación asamblearia cada acción de la comunidad nacional . En España, a la muerte de Franco se imposta una farsa democrática en la que los españoles creen ser representados por los partidos políticos que saliendo de la ilegalidad se incardinan en el Estado como órganos del mismo, sustituyendo al partido único totalitario, por porciones que unidas con la espesa argamasa del consenso realizan la misma función que realizaba el anterior partido único, debidamente lubrificadas con el aceite de la corrupción. Sin embargo, pasados treinta y pico años, el descontento de los electores españoles para con los que creían sus representantes se hace cada día más patente. Cada vez hay más personas que abominan de los partidos políticos, personas de buena fe que han sido adoctrinadas en la falsa creencia de que esos partidos defendían sus intereses a través de la representación, y que se preguntan si su voto realmente tiene alguna utilidad y les reporta algún beneficio en la defensa de sus intereses.
Desconocen aún esos españoles, enzarzados en la falsa dicotomía PP-PSOE + IU, CiU, etc, que desde el fín de la II Guerra Mundial los partidos políticos dejaron en toda Europa de ser elementos constituyentes de la sociedad política para convertirse en órganos del Estado. Que si bien hubo un tiempo en que esas entidades intermediaban entre la sociedad civíl, interpretándola y simplificando sus aspiraciones colectivas con el objetivo de mejorar su existencia, hoy tan sólo representan los intereses de los jefes de partido y de sus más cercanos acólitos, con todo lo que eso acarrea en la forma de corrupción y bastardización de lo que debería ser la ocupación más noble de un politico, que no es otra que la representación y defensa de los intereses de los electores de su circunscripción.
Sin embargo la solución a esta situación de estancamiento del natural fluir de la sociedad civíl no está a mi entender en los cada vez más frecuentes desahogos callejeros constitucionarios, que sólo aspiran a que se mejore una representación inexistente, ya sea obligando a los actuales diputados a cambiar su actitud –estéril intento por la inexistencia del mandato imperativo-, o bien directamente llamando a esos diputados a desocupar sus escaños de forma violenta, lo que me parece irresponsable si no se está dispuesto a iniciar una revolución que probablemente desembocaría en un conflicto civíl de caracter violento.
Las personas pacíficas, que conservamos un mínimo de decoro político, y no somos sospechosos de apatía política, nos significamos absteniéndonos de tomar parte en la farsa partidocrática y su ley electoral de representación proporcional. Eso es lo que significa la abstención activa, que se explica proclamando a los cuatro vientos la falsedad del sistema electoral vigente, y que si llega a alcanzar un número suficiente de abstencionarios, deslegitima dejando aislada a la partidocracia y alcanza el objetivo que deseamos todos los españoles que aspiramos a ser debidamente representados, esto es, que se restablezca la manera tradicional de elegir un sólo diputado por distrito pequeño mediante el sistema mayoritario de elección uninominal.
¿No quiere usted ser cómplice del fraude electoral? No vote en ningunas elecciones. Hágase abstencionario y camine con la cabeza bien alta, orgulloso de guardar su voto impoluto para el diputado de su circunscripción electoral (la mónada). Hoy por hoy las demás opciones son darse dolorosos cabezazos contra la pared.
http://www.diariorc.com/2012/10/03/abstencionarios/
JOSE MARÍA ALONSO
En la sociedad actual se hace necesario por puro sentido común que deleguemos nuestra representación política, no estamos en la Atenas clásica y es materialmente imposible someter a votación asamblearia cada acción de la comunidad nacional . En España, a la muerte de Franco se imposta una farsa democrática en la que los españoles creen ser representados por los partidos políticos que saliendo de la ilegalidad se incardinan en el Estado como órganos del mismo, sustituyendo al partido único totalitario, por porciones que unidas con la espesa argamasa del consenso realizan la misma función que realizaba el anterior partido único, debidamente lubrificadas con el aceite de la corrupción. Sin embargo, pasados treinta y pico años, el descontento de los electores españoles para con los que creían sus representantes se hace cada día más patente. Cada vez hay más personas que abominan de los partidos políticos, personas de buena fe que han sido adoctrinadas en la falsa creencia de que esos partidos defendían sus intereses a través de la representación, y que se preguntan si su voto realmente tiene alguna utilidad y les reporta algún beneficio en la defensa de sus intereses.
Desconocen aún esos españoles, enzarzados en la falsa dicotomía PP-PSOE + IU, CiU, etc, que desde el fín de la II Guerra Mundial los partidos políticos dejaron en toda Europa de ser elementos constituyentes de la sociedad política para convertirse en órganos del Estado. Que si bien hubo un tiempo en que esas entidades intermediaban entre la sociedad civíl, interpretándola y simplificando sus aspiraciones colectivas con el objetivo de mejorar su existencia, hoy tan sólo representan los intereses de los jefes de partido y de sus más cercanos acólitos, con todo lo que eso acarrea en la forma de corrupción y bastardización de lo que debería ser la ocupación más noble de un politico, que no es otra que la representación y defensa de los intereses de los electores de su circunscripción.
Sin embargo la solución a esta situación de estancamiento del natural fluir de la sociedad civíl no está a mi entender en los cada vez más frecuentes desahogos callejeros constitucionarios, que sólo aspiran a que se mejore una representación inexistente, ya sea obligando a los actuales diputados a cambiar su actitud –estéril intento por la inexistencia del mandato imperativo-, o bien directamente llamando a esos diputados a desocupar sus escaños de forma violenta, lo que me parece irresponsable si no se está dispuesto a iniciar una revolución que probablemente desembocaría en un conflicto civíl de caracter violento.
Las personas pacíficas, que conservamos un mínimo de decoro político, y no somos sospechosos de apatía política, nos significamos absteniéndonos de tomar parte en la farsa partidocrática y su ley electoral de representación proporcional. Eso es lo que significa la abstención activa, que se explica proclamando a los cuatro vientos la falsedad del sistema electoral vigente, y que si llega a alcanzar un número suficiente de abstencionarios, deslegitima dejando aislada a la partidocracia y alcanza el objetivo que deseamos todos los españoles que aspiramos a ser debidamente representados, esto es, que se restablezca la manera tradicional de elegir un sólo diputado por distrito pequeño mediante el sistema mayoritario de elección uninominal.
¿No quiere usted ser cómplice del fraude electoral? No vote en ningunas elecciones. Hágase abstencionario y camine con la cabeza bien alta, orgulloso de guardar su voto impoluto para el diputado de su circunscripción electoral (la mónada). Hoy por hoy las demás opciones son darse dolorosos cabezazos contra la pared.
http://www.diariorc.com/2012/10/03/abstencionarios/
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