domingo, 20 de enero de 2008

Utilizando a Bhutto para el avance imperial


Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández
Stephen Lendman
StephenLendmanBlog


Benazir Bhutto dirigió el Partido Popular de Pakistán (PPP) como “presidenta de por vida” hasta el momento en que murió. Era la privilegiada hija de un anterior Presidente y Primer Ministro de Pakistán, Zulfikar Ali Bhutto, que fue ahorcado en 1979 a instancias, probablemente, de Washington, y que fue reemplazado por un dictador militar, el General Muhammad Zia-ul-Haq, quien, más tarde, dejó de ser útil, muriendo en un “misterioso” accidente de avión organizado probablemente por la CIA que permitió que Bhutto se convirtiera en Primera Ministra en 1988.
Bhutto buscó acceder el cargo para vengar la muerte de su padre, convirtiéndose en dos ocasiones en la primera mujer Primera Ministra de un estado islámico: la primera vez, de 1988-1990, y la segunda, de 1993-1996. Al final, se pasó de lista y lo pagó caro. No estuvo muy acertada al pensar que lograría un acuerdo vinculante con la administración Bush para que la restaurara en el poder por tercera vez como número dos de Pervez Musharraf y como rostro democrático de las elecciones fijadas para el 8 de enero, que han sido pospuestas. Quizá acertó el 6 de noviembre, cuando regresó de un exilio auto-impuesto. Al igual que ahora, el país estaba en ebullición, y Washington arregló las cosas para llegar a un acuerdo para compartir el poder (así parecía) y restaurar la estabilidad alterada por esta serie de acontecimientos:

· Musharraf suspendió en marzo al Presidente del Tribunal Supremo de Pakistán Iftijar Mohammad Chaudhry, acusándole falsamente de “mala conducta y abuso de autoridad”, y utilizó esa excusa para despedir a un funcionario que era probablemente clave para bloquear su plan de continuar como Presidente otros cinco años mientras seguía siendo también, ilegalmente, el jefe del estado mayor del ejército (COAS), que es quien realmente detenta el poder en el país.

· La respuesta de los partidos de la oposición, organizaciones de abogados y grupos de derechos humanos fue de indignación. Dijeron que la acción era inconstitucional y se manifestaron públicamente en su contra.

· El 6 de octubre, Musharraf celebró unas elecciones falsas, como muchas otras anteriores en un país donde la democracia es una burla. Fue orquestada por el ejército, era claramente anticonstitucional, y Musharraf ganó todos los votos parlamentarios, excepto cinco, y barrió en las votaciones de la Asamblea Provincial.

· Después, el Tribunal Supremo de Pakistán dijo que no proclamaría ningún vencedor hasta que decidiera si Musharraf podía presentarse como candidato al compartir su puesto de Presidente con el que ocupaba en el COAS. Constitucionalmente, no podía, y las protestas estallaron y desde entonces se ha desatado un torbellino en el país y Musharraf ha perdido toda credibilidad.

· Esa fue la oportunidad que se le ofreció a Bhutto para volver, para servir de nuevo en el cargo que había ocupado dos veces anteriormente, pensando que sus aliados de Washington lo arreglarían todo. Quizá sí o quizá no. No importaba que la estuvieran utilizando para aparecer como el rostro democrático y la hoja de parra adjunta que tapara las vergüenzas de la dictadura de Musharraf, pero cualquiera que fueran los planes, todo cambió claramente el 27 de diciembre sin conocimiento de Bhutto. Ahora ella no está y, el pasado mes de noviembre, Musharraf transfirió nominalmente su puesto como jefe del ejército a su estrecho aliado el General Ashfaq Kayani. También levantó, a mediados de diciembre, un largo estado de emergencia frente a las elecciones fijadas para el 8 de enero, pospuestas ahora hasta el 18 de febrero tras el asesinato de Bhutto, por el momento...

Ahora, ella, con su muerte, ha conseguido mayor estatura política que en vida, y se la refiere reverencialmente como populista. Su hijo de 19 años, Bilawal (que estudia en Oxford), encabeza ahora el PPP como figura decorativa y abanderado de la tercera generación de la dinastía familiar, con su padre, Asif Zardari, co-presidente del partido y jefe de facto. Más sobre él dentro de un momento.

¿Quién era Benazi Bhutto y por qué es importante?




¿Quién era esa mujer, por qué atraía la atención mundial? ¿Por qué otro artículo más cuando tantos se han escrito y, probablemente, muchos más les seguirán? Bhutto era una aristócrata, una privilegiada en todos los aspectos, que creció en medio de la opulencia como hija educada en Harvard y Oxford de un padre que era un rico terrateniente y fundador del principal partido de la oposición en Pakistán (el Partido Popular de Pakistán, PPP), que Bhutto encabezó tras su muerte.

Cuando estuvo en el poder, no se distinguió precisamente por sus dotes democráticas en una nación dirigida por los militares desde su artificial creación en 1947. Las elecciones, cuando se celebraban, estaban manipuladas, y el ejército dirigía las cosas para Washington como estado vasallo en una nación denominada como un ejército con un país, no un país con ejército. El ejército lo forman 550.000 elementos, su fuerza aérea y marina 70.000, más 510.000 reservistas apoyándoles y armados hasta los dientes con las armas suministradas por EEUU para la “Guerra Global contra el Terrorismo”.

Actualmente, los agentes del FBI merodean libremente por las calles, el Pentágono actúa fuera de las bases militares pakistaníes y tiene de facto el control del espacio aéreo como parte del permanente estado de guerra de la administración Bush “que no acabará en la vida”. Pakistán es un estado clientelista, pero ¿qué opción tiene? Tras el 11-S, el Secretario de Estado Adjunto Armitage advirtió a Musharraf que acatara las órdenes que le dieran o sería declarado potencia hostil y “bombardeado hasta devolverle a la edad de piedra”. Pilló el mensaje y, también, una recompensa de miles de millones de dólares.

Bhutto conocía asimismo el juego y el New York Times explicaba, en un artículo del 30 de diciembre titulado “Cómo Bhutto se ganó Washington”, que ella “entendió siempre a Washington mejor que Washington la entendió a ella”. Su relación empezó en la primavera de 1984 con ocasión de su primer “viaje importante” al Capitolio. En aquella época, trató de persuadir a la administración Reagan de que, con ella en el poder, estaría mejor servida, pero para que así fuese tenía que superar la reputación de anti-occidental de su padre. Con enorme ayuda, logró triunfar al asegurar a los miembros del Congreso que estaba a bordo del mismo buque y que apoyaba la guerra por poderes de Washington contra la Unión Soviética en Afganistán.

Defectos aparte, tenía sus atributos, y The Times se refería a ella como “absolutamente encantadora”, muy bella y una mujer “que sabía halagar a los senadores”, entender sus preocupaciones y servir mejor a los intereses estadounidenses que el hombre que ahorcó a su padre, el General Zia-ul-Haq. Al mismo tiempo, empezó a trabajar con el Director Ejecutivo del Comité Nacional Demócrata, Mark Sieger, que más tarde presionó a favor de su gobierno cuando ella era Primer Ministra. En los primeros momentos, la acompañó por las salas del Congreso, la ayudó a entablar y desarrollar relaciones y le hizo entender que para progresar tendría que aprender sobre la marcha.

Comprendió con rapidez y se convirtió en Primera Ministra en diciembre de 1988, una vez que se presentó para el cargo, ganando muchos votos pero no la mayoría y consiguiendo que los funcionarios de la administración Reagan arreglaran un acuerdo con el Presidente de Pakistán para que ella formara gobierno. Según un influyente contacto de los círculos de Washington, fue la “consecuencia directa de sus contactos, de haber sido capaz de persuadir al establishment de Washington, a la comunidad de la política exterior, a la prensa, a los think tanks, de que era demócrata”, moderada, y que respaldaría la agenda de EEUU en Afganistán contra los soviéticos. Retóricas públicas aparte, se mantuvo a bordo desde entonces, pero pagó con su vida por no comprender cómo actúa Washington: como tantos otros estados canallas, utilizando a los dirigentes, succionándolos y deshaciéndose después de ellos.

Al final no importó que por dos veces sobreviviera a su destitución del poder por acusaciones de corrupción o que se las arreglara para coexistir con los servicios de inteligencia (ISI) y el ejército de su país que tanto desconfiaban de ella. Hasta que su estrella se apagó, mantuvo lazos en Washington con miembros clave del mundo de la prensa. Politiqueó bien y “entendió la naturaleza de la vida política, que consiste en mantenerse en contacto con gente (clave) tanto si estás, como si no, en el poder”, haciéndoles saber que les apoyas.

Como tantos otros de su talla, también confió en una firma de relaciones públicas para arreglar reuniones con los poderosos y recursos le sobraban para poder hacerlo así. “Mantuvo todos sus contactos” pero pagó con su vida. Trató de convencer a Washington de que la “guerra contra el terrorismo” de Musharraf fracasaba, que ella podía hacerlo mejor como aliada local y que eliminaría a los elementos extremistas (es decir, los talibanes y Al Qaida) mediante un esfuerzo resuelto de mantener la presión.

Sonaba bien, pero era arriesgado y peligroso. El ejército de Pakistán se oponía, especialmente los soldados rasos; un esfuerzo reforzado aseguraba una protesta pública inmensa; desbaratar a los talibanes beneficiaba a la India; y hacer el intento y fracasar podía envalentonar a esas fuerzas, como la ocupación estadounidense aprendió en Afganistán. Al final, es posible que Washington y el ISI pakistaní hayan concluido que Bhutto era más un incordio que un activo y que tenia que desaparecer. Las cosas llegaron a un punto crítico el 27 de diciembre, ahora ella es una mártir y tiene más fuerza muerta que viva.

Sin embargo, no fue así mientras fue Primera Ministra, cuando su gobierno se vio marcado por el nepotismo, oportunismo, intrigas, corrupción, gobierno mínimo y venta a Occidente. Su popularidad anterior se esfumó, especialmente cuando se corrió la voz de los trapicheos de su comerciante marido. Asif Zardari era conocido como “Míster Diez por Ciento” (por algunos como “Míster Treinta por Ciento”) porque pedía, como esposo de la Primera Ministra, una parte en los acuerdos y hasta más en algunas ocasiones.

Parece ser que también estuvo traficando con drogas y se le investigó por ello. Con su mujer en le poder, amasó miles de millones incluidos los que robó de los fondos públicos, que fue excesivo incluso para los niveles pakistaníes y lo suficiente para lograr que el Presidente del país despidiera a Bhutto tras 20 meses en el poder. Si ella era culpable o no, no importa realmente. Como Primera Ministra, convirtió a su marido en ministro de gabinete, le dejó todo el terreno libre para que dispensara favores a cambio de sobornos; tenía que conocer esos hechos y no hay pruebas de que le pusiera objeciones, disfrutando de las riquezas durante su permanencia en el puesto y después.

A pesar de todo ello, Bhutto consiguió una segunda oportunidad. Regresó como Primera Ministra en 1993 para otros tres años, pero fue de nuevo despachada por acusaciones de corrupción e incompetencia aún más graves que la primera vez, en esa ocasión fue el Presidente Faruq Leghari, miembro del PPP, y alguien de quien ella pensaba que era un aliado. Él tenía realmente motivos porque la suma robada anteriormente fue el prologo de la fortuna que ella y su marido (como Ministro de Inversiones) amasaron durante el segundo período en el poder.

Fue suficiente que Transparency International, un grupo de control independiente, nombrara a Pakistán como el segundo país más corrupto del mundo en 1996 (el último año de Bhutto en el poder). También consiguió acusarla de blanqueo de dinero en Suiza y de sobornos y la convirtió en fugitiva con acusaciones pendientes en España, Gran Bretaña y su Pakistán nativo. Eso duró hasta que Musharaff firmó una “ordenanza de reconciliación” absolviéndola de todas las acusaciones pendientes y permitiéndole gobernar como Primera Ministra por tercera ver como parte de un acuerdo para compartir el poder con ella como número dos.

El puesto anterior de Bhutto se caracterizó también por otro elemento notable. Fue la época en que el ejército y el ISI de Pakistán auparon a los talibanes con ayuda secreta de la CIA. El lazo existe aún y, en septiembre de 2006, en una vista del Comité de Asuntos Exteriores del Senado, el General James Jones, anterior Comandante Supremo de la OTAN (y que supervisa las operaciones en Afganistán de EEUU-OTAN), testificó que era “generalmente aceptado” que los dirigentes talibanes operaban fuera de Quetta, Pakistán, la capital de la provincia de Baluchistan que tiene fronteras con Afganistán y con Irán.

Musharraf y otros oficiales pakistaníes lo niegan, pero no se pueden ocultar los hechos ni que nada de importancia sucede en Pakistán sin conocimiento y/o consentimiento de Washington. Tampoco es ningún secreto que el ISI de Pakistán es una rama de la CIA y que sus actividades regionales están estrechamente unidas. Bhutto estaba a bordo, pero ¿qué otra opción tenía?

Durante toda su vida fue hija del privilegio, actúo como tal y disfrutó de la buena vida que los miles de millones permiten. Los medios más importantes la persiguieron pero omitieron su lado oscuro: como Primera Ministra, codició el poder, fue arrogante y despectiva, ignoró a los pobres y a las mujeres pakistaníes, permitió que se reforzaran leyes escandalosas, dejó el terreno libre al ejército, incluyendo los temas relativos a las armas nucleares, y consideró Pakistán como su feudo personal. Su hogar era una mansión de 50 millones de dólares sobre unos 450.000 metros cuadrados, y gobernó como un señor feudal. La familia todavía posee un estado completo de millón y medio de metros cuadrados con pista para aterrizaje de helicópteros y establos con caballos para jugar al polo, una mansión en Dubai, dos propiedades en Texas, seis en Florida, varias casas más en Francia y grandes cuentas bancarias estratégicamente situadas por todo el mundo, incluyendo EEUU y Francia.

Desde la época de la muerte de su padre a la suya propia, Bhutto mantuvo estrechos lazos con Washington, la CIA, el ejército de Pakistán, su ISI, así como con los talibanes (lazos establecidos durante su segundo mandato), el “Islam militante” y los intereses de las Grandes Compañías Petrolíferas. Fue una servidora del poder y se embolsó miles de millones por sus esfuerzos. Al final, perdió y pagó con su vida el 27 de diciembre.

¿Quién mató a Bhutto y por qué?

La muerte de Bhutto se produjo por disparos que le alcanzaron la parte posterior de la cabeza y que provenían de uno o más asesinos situados muy cerca de ella, más los efectos de un suicida-bomba que mató a más de dos docenas de personas e hirió a muchos otros que se arracimaban alrededor de ella. Sucedió en Rawalpindi, que no era precisamente una “ciudad corriente”, como explica Michel Chossudowsky. Es la patria del ejército pakistaní, del ISI ligado a la CIA, y es la sede de facto del poder del país. Chossudovsky añade: “Irónicamente, Bhutto fue asesinada en una zona urbana estrechamente controlada y vigilada por la policía militar y las fuerzas de elite del país”.

Rawalpindi y la capital del país, Islamabad, son ciudades hermanas, separadas por unos quince kilómetros. Pululan por ellas infinidad de operativos de inteligencia, incluidos los de la CIA, y Chossudovsky subraya que el asesinato de Bhutto “no fue un hecho al azar”. Culpar a Al Qaida supone que no se ha captado nada, pero así es como operan esas estratagemas. Se ve también más claro si se emite un vídeo convincente, como hizo el Canal 4 en Gran Bretaña el 30 de diciembre. Desacreditó la versión oficial y puso de manifiesto que Musharraf era un embustero cuando dijo que Bhutto había muerto de una fractura craneal “cuando fue lanzada hacia arriba por la fuerza de la onda de choque (explosión) (y) una de las palancas del techo descapotable (de su coche) la hirió”.

La cuestión no es entonces quién la mató, sino quién ordenó que la mataran y quién se beneficia de ese hecho. Musharraf acudió rápidamente al sospechoso habitual: Al Qaida, pero ignoró lo que William Engdahl observó en su artículo aparecido en Global Research el 4 de enero titulado “El asesinato de Bhutto, ¿quién sale beneficiado?”. Señala que no es una tarea tan sencilla matar a dirigentes políticos que van muy bien protegidos. “Requiere entrenamiento de agencias de inteligencia profesional para asegurar que se hace el trabajo” correctamente y que nadie pueda revelar quién lo ordenó ni el motivo.

Engdahl también afirma que tanto a Musharraf como a Washington les viene bien nombrar a Al Qaida. Sirve para aumentar los temores de la gente, acelera la “guerra contra el terror” y proporciona justificantes para que continúe. También refuerza el mito de Al Qaida así como al “enemigo número uno” bin Laden, e ignora las evidencias de que la CIA los creó a ambos en la década de 1980 para la guerra contra los soviéticos en Afganistán. Al igual que silencia la posibilidad de que bin Laden esté muerto, asesinado (como Bhutto le dijo a David Frost el otoño pasado) por Omar Sheik, de quien el London Sunday Times dijo que “no era un terrorista corriente sino un hombre con conexiones para poder llegar a lo más alto del ejército e inteligencia pakistaníes y hasta en los círculos más recónditos” de bin Laden y Al Qaida.

Realmente, un bin Laden muerto desbarata la doctrina de la seguridad nacional de Washington que precisa de enemigos para tener a la gente asustada, elimina la historia del “enemigo público número uno” y pone de manifiesto que las cintas de video que estratégicamente se publican no son sino fraudes made in Washington. En la actualidad se nos dice que los terroristas islámicos dirigidos por Laden amenazan Occidente, pero al mismo tiempo los utilizan para avanzar imperialmente, como hicieron los soviéticos, en los Balcanes y como hacen ahora en Iraq, Irán, Afganistán y algunos sitios más. Si los operativos de Al Qaida mataron a Bhutto, significa que el ISI de Pakistán y la CIA están implicados, lo que es muy probable. Olviden la teoría de un perdido terrorista carne de cañón o de un único asesino contra Bhutto. Consideren “cui bono” (*), examinen las pruebas, que señalan hacia Washington e Islamabad.

En el Pakistán de hoy en día abundan las intrigas y el país está desestabilizado, como Michel Chossudovsky observa en su artículo publicado el 30 de diciembre en Global Research titulado “La Desestabilización de Pakistán”. Asesinar a Bhutto contribuye a desestabilizar más y Chossudovsky infiere un “cambio de régimen” patrocinado por EEUU. Musharraf es tan débil y está tan desacreditado que “su continuidad bajo un gobierno militar ya no es la idea central de la política exterior estadounidense”. El régimen de Musharraf “no puede prevalecer”, y la idea de Washington es “promover activamente la fragmentación política y balcanización de Pakistán como nación”.

De todo ello surgirá un nuevo liderazgo político que se mostrará “obediente”, no estará “comprometido con los intereses nacionales (de Pakistán)”, y actuará con servilismo ante “los intereses imperiales de EEUU, mientras, al mismo tiempo… va debilitando… al gobierno central (y fracturando) la frágil estructura federal de Pakistán”.

Todo esto tiene mucho sentido como parte de la agenda más amplia de Washington para Oriente Medio y Asia Central. Pakistán es un estado clave de primera línea, un “centro geopolítico”, con un papel central que jugar en la “Guerra Global contra el Terrorismo”. Eso incluye “balcanizar” el país al estilo yugoslavo, de la misma forma que se planeó para Iraq, Afganistán e Irán: la simple estrategia de divide y vencerás. Chossudovsky añade: “La continuidad, caracterizada por el papel dominante del ejército y de la inteligencia pakistaníes (desarrollada hasta ahora) ha sido descartada a favor de la ruptura política y la balcanización”. La idea es fomentar las “divisiones sociales, étnicas y de facciones y la fragmentación política, incluyendo la ruptura territorial” del país.

No es más que la habitual estrategia estadounidense, con el apoyo secreto de la inteligencia. Véase el artículo del New York Times del 6 de junio titulado “EEUU está pensando en llevar a cabo en secreto nuevas presiones dentro de Pakistán” para explotar la muerte de Bhutto. Afirma que altos consejeros de la seguridad nacional (incluyendo a Dick Cheney, Condoleeza Rice y el Jefe de la Junta de Jefes de Estado Mayor, el Almirante Michael Mullen) pueden ampliar la autoridad de la CIA y del ejército para que lleven a cabo operaciones secretas mucho más agresivas en zonas tribales de Pakistán” contra Al Qaida y los talibanes a fin de contrarrestar sus esfuerzos y “desestabilizar al gobierno pakistaní”.

El artículo afirma que Musharraf y el ejército comulgan con esa idea, da las habituales razones pero omite lo que está realmente en juego incluso cuando admite que Musharraf es muy impopular y que una intervención estadounidense podría “provocar una poderosa reacción popular contra ambos países”.

Chossudovsky deduce y explica que la estrategia estadounidense trata de desencadenar un “enfrentamiento religioso y étnico”, incitar y financiar “movimientos secesionistas mientras también intenta debilitar” al gobierno de Musharraf. “El objeto más amplio es fracturar el Estado Nación… volver a trazar las fronteras de Iraq, Irán, Siria, Afganistán y Pakistán” y reemplazar de paso a Musharraf. Es impopular, estropea las cosas y tiene que irse.

Bhutto era parte inconsciente del plan pero no de la forma que ella planeaba. Pensaba que Washington la necesitaba ahí, y tenía razón: pero no como Primera Ministra sino como mártir para desestabilizar el país y hacerlo pedazos si el plan funciona. Esto bien puede ocurrir, ya que los elementos secesionistas internos son fuertes, especialmente en la provincia rica en energía (sobre todo gas) de Balochistan, y hay “indicadores” de que esos intentos están apoyados por “Gran Bretaña y Estados Unidos”. La idea es un “Gran Balochistan” integrando las áreas Baloch de Pakistán con las que están en Irán y en el sur de Afganistán.

Chossudovsky explica que no fue “accidental que el informe de la CIA-Consejo de Inteligencia Nacional de 2005 predijera para Pakistán un ‘destino parecido al yugoslavo’ ” a causa de la “mala administración económica”, fabricada tanto a nivel interno como externo. Recuerden también que el país se dividió ya antes, en 1971, cuando el Este de Pakistán se convirtió en Bangladesh tras meses de guerra civil contra la India que se llevó un millón, o más, de vidas. Los pakistaníes pueden verse enfrentando de nuevo esa perspectiva como lleguen a desarrollarse los planes estadounidenses.

El Panorama Futuro Permanece Incierto

Hay planteados grandes interrogantes, los más importantes se refieren a si funcionarán los planes de romper el país, quién surgirá, si contará con suficiente apoyo popular para dirigirlo y si el pueblo lo aceptará. No tienen gran incentivo en hacerlo así una vez que remita la rabia por la muerte de Bhutto, y datos de recientes encuestas muestran una abrumadora oposición de la gente ante EEUU o cualquier otra intervención exterior, que es de lo que trata gran parte del plan. Al fin y al cabo, sus puntos de vista no cuentan y cualquier cosa puede acontecer a partir de las intrigas políticas y la fuerza bruta de Washington.

Los informes anteriores al asesinato de Bhutto señalan en esa dirección. Sugieren que las fuerzas especial estadounidenses, y otras, operan ya en Pakistán, y el jefe del Comando de Operaciones Especiales de EEUU, el Almirante Eric Olson, acordó el pasado verano y otoño, con Musharraf y el ejército de Pakistán, aumentar sustancialmente sus componentes, este año y cuanto antes. También hay comprometido lo que The New York Times informó en noviembre acerca de que “EEUU Confía en Utilizar a las Tribus Pakistaníes Contra Al Qaida” en las “zonas fronterizas” del país.

El plan es similar al realizado en la provincia de al-Anbar en Iraq a base de sobornos y armas para sellar un acuerdo aparentemente ahora finalizado. El Comandante del Mando Central de EEUU, el Almirante William Fallon, aludió a él en una reciente entrevista en Voice of America diciendo que estaban listos para proporcionar “entrenamiento, ayuda y tutoría basada en nuestra experiencia con las insurgencias”, pero omitió la parte relativa a los sobornos que está presente en esos acuerdos.

Esto provoca especulaciones diversas, pero no se pierdan un artículo del Wall Street Journal del 8 de enero. Se titulaba “El asesinato de Bhutto Irrita en la Provincia, espoleando los llamamientos a la separación de Pakistán” y llama a Sind, la provincia nativa de Bhutto (la segunda mayor de las cuatro provincias de Pakistán), “la Falla Más Reciente aparecida en un País Fracturado; una especie de Territorio Ocupado”.

Los dolientes seguidores desfilaron ante a la tumba de Bhutto cantando “Pakistán, no te queremos”, y como consecuencia de su muerte, el “Sind se vio barrido por la furia nacionalista”. Muchos en la provincia están “pidiendo una independencia total”, y el apoyo a la separación ha crecido entre las filas de los miembros del PPP. Se habla incluso de “insurgencia armada” porque la rabia se dirige contra la vecina Punjab, la provincia más grande y patria del ejército, del ISI y del gobierno.

The Journal cita a Qadir Magsi, jefe del movimiento nacionalista de Sind “Taraqi Passand” diciendo: “Bhutto era la última esperanza (de unidad). Ahora Pakistán debe disolverse”. El artículo continúa diciendo que lo que sucede en Sind está ya en marcha en la provincia de la frontera noroeste donde la autoridad del gobierno central se fue debilitando en años recientes. Además, el ejército pakistaní se ha visto implicado en la resistencia de Baluchistan durante los últimos años añadiendo más inestabilidad aún. El artículo del Journal incide en que los llamamientos a la unidad están cayendo en saco roto, y un veterano del PPP lo resume diciendo: “Lo que necesitamos es la separación”.

Todo esto le viene como anillo al dedo a los funcionarios de la administración Bush, que están probablemente echando más leña al fuego y hay una cosa que está clara: Las fuerzas estadounidenses están en la región para quedarse, y Washington, bajo cualquier administración (republicana o demócrata), trata de dominar esta parte vital del mundo con sus inmensas reservas energéticas. La estrategia parece ser similar a la de divide y vencerás de Yugoslavia. Allí funcionó, pero en Oriente Medio y Asia Central no es tan sencillo. Manténgase sintonizados porque es probable que los acontecimientos se aceleren, los medios los destaquen y verán cómo la intensificación del conflicto (y sus consecuencias) es parte del plan.

Stephen Lendman vive en Chicago y puede contactarse con él en: lendmanstephen@sbcglobal.net.

N. de la T.:

(*) Cui bono: expresión latina que viene a significar que la persona o grupo culpable de cometer un delito debe buscarse entre quienes tienen algo que ganar con el mismo, podría traducirse por ¿a quién beneficia?

Enlace con texto original: http://sjlendman.blogspot.com/




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"Pienso que las instituciones bancarias son más peligrosas para nuestras libertades que ejércitos enteros listos para el combate. Si el pueblo americano permite un día que los bancos privados controlen su moneda, Estos privaran a la gente de toda posesión, primero por medio de la inflación, enseguida por la recesión, hasta el día en que sus hijos se despertarán sin casa y sin techo, sobre la tierra que sus padres conquistaron."

THOMAS JEFFERSON, 1802

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