Graciano Palomo“Este tío se está pasando, vamos a ir a por él...”. Esta frase salió de los labios de un alto cargo ministerial español al que pasaron en la noche del jueves una alerta informativa respecto a las manifestaciones del tal Picardo en Naciones Unidas.
Los Servicios Secretos llevan tiempo siguiendo la pista a tan singular personaje y todo parece indicar que a no tardar mucho la opinión pública conocerá 'urbi et orbi' no sólo la cartera sino algunos comportamientos del llamado ministro principal de Gibraltar, al fin y a la postre, un mero esbirro de la metrópoli colonial.
Me aseguran que las amenazas de Picardo respecto a llevar a los tribunales a media prensa española que ha osado hablar de “piratería” y “narcotráfico” en la Roca de la vergüenza, asesorado por Baltasar Garzón, dicen, tendrían mucho que ver, al igual que su agresividad, con esos informes que necesariamente pasarían por cuestiones económicas, asuntos fiscales, propiedades y demás zarandajas que no entienden ni de territorios ni de ideas políticas. No deja de resultar curioso, curioso, no diga más, que su primera licencia para ejercer como abogado fuera para trabajar en las Islas Vírgenes. Y luego fuera fichado 'ipso facto' por la firma Hassans, de la que ha llegado a ser socio. Lo que se dice de Hassans es algo que en Gibraltar lo conocen hasta los monos.
Su abuela, española exiliada a la colonia durante la Guerra Civil, no le debió aleccionar convenientemente al susodicho respecto sobre cómo reaccionamos en este país cuando deciden movernos el braserillo.
Lo que hay que conocer de verdad es qué papel desempeñan a su alrededor los asesores de nacionalidad española, como la alcaldesa de Algeciras, el exsenador socialista José Carracao, y alguno más que por ahora me callo.
Sus mansiones en Sotogrande (Cádiz) y Benahavís (Málaga), en las que invirtió más de dos millones de euros, financiadas por cajas de ahorro españolas, y la deriva tributaria dan idea de que una cosa es predicar y otra trigo.
Las diatribas en plan márketing macarra de don Fabián, con acusaciones muy graves para un país miembro de la Unión Europea, han tenido al menos -y sin que sirva de precedente- la virtualidad de unir a toda la clase política española, ERC incluida. Es ahora al Gobierno al que corresponde demostrar que no salen gratis ofensas tan obscenas al pueblo español.
Si no lo hace, entonces tendremos que cambiar de número.