LAS COLAS DE LA LOTERIA DE NAVIDAD
A escasas horas de que se celebre
en Madrid el tradicional Sorteo de Navidad que tantos sueños e ilusiones suele
despertar, se me hace obligado hacer una breve reflexión, no tanto sobre esos
sueños e ilusiones a las que todo el mundo tiene legítimo derecho, sino más
bien sobre el “espectáculo” que rodea las horas previas a este evento.
La verdad es que resulta difícil
entender, si no se tiene la oportunidad de constatarlo, que más personas de las
que podemos imaginar, sean capaces de guardar colas interminables para hacerse
con un décimo de una Lotería donde, sólo 2500 de los 3600 millones de
euros emitidos, irán destinados a los
agraciados por la suerte, de manera que el principal ganador de toda esta
historia será, una vez más, el Estado que, a mayor abundamiento, acaba de
aprobar que todos los premios obtenidos en los sorteos de la Lotería de Navidad
superiores a 2500 euros celebrados a partir del 1 de enero de 2013, estarán
sujetos al gravamen del 20%, por lo que los premios que se repartan dentro de unas horas,
serán los últimos exentos de dicha tributación.
Resulta verdaderamente
surrealista que muchos exijan, además, décimos con un número concreto y
determinado, con una terminación especial o, incluso que su adquisición lo sea
en una administración concreta y no en otra, claro que rayando el esperpento
son aquellos otros muchos casos en los que no pocos se gastan hasta lo que no
tienen, impulsados por una irracional intuición de que ellos serán los
agraciados con el Sorteo de turno.
Lo que subyace detrás de todo
esto, aparte de una legítima ilusión por la obtención de un dinero extra que a
nadie viene mal, es la certeza evidente de que si no existieran necesidades
básicas por cubrir ni un vacío interior próximo a la ruina psicológica de
muchos de estos jugadores, el juego de la Lotería no tendría ninguna razón de
ser, ya que, no nos engañemos, la Lotería, ha sido inventada para dar respuesta
a vacíos interiores que supuestamente intentan revestirse con el materialismo
de la Diosa Fortuna.
Sin embargo, una rara especie que
cada día gana más adeptos, es aquella que prefiere no participar en este
espectáculo, por la sencilla razón de que la Suerte en la que creemos, es una
Suerte mucho más real, basada en las muchas cosas buenas y bonitas de las que
tenemos que estar orgullosos cada día, como la salud, el trabajo (quién lo
tenga) y de los Amigos que hemos elegido como familia.
Mi Suerte no depende ni dependerá
nunca del azar, porque para mí la auténtica Lotería consiste en vivir cada día como si fuera el último,
hacerlo con ilusión y comprender que, más allá de un horizonte más o menos
sombrío, existe un bosque verde del color de la Esperanza que a todos pertenece
y que todos tenemos el derecho a disfrutar.
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