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http://www.alpoma.net/Actualmente siguen quedando restos de prohibición y ocultamiento que recaen sobre patentes que podría ser verdaderamente útiles. Una de esas manchas negras lo constituye la Secrecy Order. No todo lo que se ha contado sobre esta ley norteamericana es cierto aunque, sobre todo en la Guerra Fría, constituyó un freno para impedir que tecnología “delicada” pasara ilegalmente fronteras poco recomendables. Se cuenta de todo, desde las amenazas hasta los “suicidios” inducidos de inventores que se negaron a acatar la norma. Lo cierto es que, cualquier científico o inventor que desarrolle algo nuevo que las autoridades consideren útil a la “seguridad nacional”, debe someterse a la ley, o sufrir las consecuencias. Según datos de la Federación Americana de Científicos, el Pentágono guarda el control sobre miles de patentes creadas por inventores o por compañías. Lo poco que se conoce sobre el tema ha salido a la luz gracias al Acta de Libertad de Información. Imagina a un feliz científico que ha desarrollado un aparato nuevo. Decide patentarlo, confiado en que pronto se aplicara y comercializará para beneficio de todos y, por supuesto, de la economía de su creador. Pero un día, tras ser analizados los documentos de patente por los agentes federales, el científico recibe una mala noticia: su invento pasa a ser propiedad del Gobierno Federal porque, por lo visto, se trata de una tecnología muy útil para el ejército o muy peligrosa para que sea conocida por el público, sobre todo extranjero. A partir de ese momento el inventor está obligado a ceder todos los derechos al gobierno, no hablar de su creación bajo penas legales y no continuar investigando en el mismo campo o línea creativa, a no ser controlado por el gobierno. Patentes energéticas, electrónicas, biológicas… todo tipo de tecnología avanzada nunca vista por el público ha caído en manos del Pentágono. Todo de forma muy legal, aunque parezca poco ético. La imagen final de la película Indiana Jones, en busca del Arca Perdida, donde se ven apiladas miles de cajas con artefactos prodigiosos en el sótano de un edificio gubernamental podría ser más que un destello de imaginación. Recibir la notificación de Secrecy Order debe de ser uno de los pasajes más amargos en la vida de cualquier científico. A partir de entonces su trabajo deja de existir, al menos oficialmente. Mejor que se dedique a otra cosa… si en algo valora su libertad o integridad. Naturalmente, se puede recurrir legalmente, pero si de verdad le interesa lo intervenido a la seguridad nacional, ya puede darse por cerrado el tema. El texto oficial de la Secrecy Order es muy contundente y no necesita más explicación, las cosas quedan muy claras para quien recibe el amordazador papel. He aquí la traducción que he preparado para este post (es un poco “casera”):
SECRECY ORDER (fragmento)
(Title 35, United States code [1952], sections 181-188)
A la persona citada, sus herederos, y todos sus asociados, abogados y agentes. (…). Se le notifica por este medio, que el acceso desautorizado a los procedimientos de su invención puede ser perjudicial a la seguridad nacional, y le se ordena no hacer público o divulgar la invención o cualquier información material con respecto a ella, incluyendo los detalles hasta ahora inéditos del tema, de cualquier manera a cualquier persona no reconocida, de la invención antes de la fecha de la orden, y deberá, guardar el mismo secreto a menos que obtenga consentimiento escrito de la comisión de patentes, bajo penas contempladas en la legislación aplicable. Cualquier otro uso archivado ya o que lo sea en adelante, que contenga cualquier parte significativa del tema especificado, estará bajo el alcance de esta orden. Si, antes de la emisión de la orden de secreto, cualquier parte significativa del asunto se ha revelado a alguna persona, los implicados informarán puntualmente a esa persona sobre la orden de secreto y las penas para el acceso incorrecto a la información clasificada
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