Siempre os he odiado. Sois los hijos de la infamia, la primera línea del capitalismo más desalmado, los verdugos de la clase obrera.
No importa que cambie vuestro aspecto. Aunque vuestro uniforme transite del negro hitleriano al verde oliva del infausto Duque de Ahumada, vuestra mirada despide invariablemente la misma indignidad. Siempre os ensañáis con el más débil.
Desahuciáis a las familias sin recursos, apaleáis a los trabajadores, torturáis en oscuros calabozos, invocando el deber y el patriotismo. Hacéis desaparecer a vuestras víctimas en simas, barrancos o fosas comunes.
Sois las legiones que crucificaron a 6.000 esclavos entre Capua y Roma, transformando la Vía Apia en una manifestación del poder imperial, enfurecido por la rebelión de Espartaco, el gladiador tracio.
Sois los asesinos de García Lorca, que se vanagloriaban de haber secado un manantial de belleza, con una vil descarga de plomo.
Nos vencéis día a día, pero el pueblo os aborrece y sueña con pasear vuestra cabeza en una pica.
Tenéis las entrañas negras y un corazón putrefacto que se regocija al humillar al pobre, al paria y al marginado.
Estáis en mis pesadillas desde la infancia, cuando os contemplé bajar por la Gran Vía, persiguiendo a los manifestantes con porras y bocachas.
Hasta entonces, el mal sólo era una abstracción, pero ese día comprendí que podía encarnarse en una hueste de mercenarios, con los dedos crispados sobre el gatillo y la faz ensombrecida por un odio inextinguible.
Vuestros crímenes no caerán en el olvido. La mano de Mateo Morral os aguarda en cualquier esquina, dispuesta a hacer justicia. La verdadera poesía no se compone con versos y estrofas, sino con ira y dinamita.
Rafael Narbona
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