El chantaje de la superpotencia
Tras los síntomas de debilidad
política y falta de liderazgo mostrados por EEUU en la resolución de la
crisis siria, la amenaza de una suspensión de pagos aparece como un acto
de fuerza e intimidación, un chantaje en toda regla por el que la
superpotencia exige al resto del planeta un aumento en el pago de los
tributos necesarios para mantener en calma su poder imperial.
El cierre parcial del
gobierno norteamericano por la negativa de los congresistas republicanos
a aprobar el nuevo presupuesto federal para 2014 ha vuelto a poner el
centro de la atención pública mundial en la insostenible montaña de
deuda en que se ha convertido la economía de EEUU. Con un déficit
oficial superior al 10% del PIB, hace ya meses que el gobierno Obama
gastó todo el dinero presupuestado para 2013. Los trucos contables
utilizados desde entonces para seguir gastando al margen, y por encima,
del presupuesto se han acabado.
Y el pulso republicano de no aprobar el nuevo presupuesto a menos que Obama retire o recorte su proyecto de asistencia sanitaria para los 50 millones de estadounidenses que carecen de ella, ha llevado al cierre de numerosas agencias gubernamentales y el envío a casa de 800.000 funcionarios por tiempo indeterminado.
Pero el asunto puede ir a más si antes del próximo 17 de octubre demócratas y republicanos no llegan a un acuerdo para elevar el techo de la deuda situado actualmente en 16 billones de dólares, el 102% del PIB. En ese caso, EEUU se vería obligado a declararse oficialmente en quiebra al no poder pagar los vencimientos de la deuda, provocando un auténtico tsunami financiero en todos los mercados mundiales. Todo el mundo da por hecho que no se llegará a esta situación límite y que, como ocurrió en el verano de 2011, la Casa Blanca y el Congreso alcanzarán finalmente un acuerdo.
Pero, ¿por qué EEUU produce periódicamente estos sobresaltos que amenazan a la economía mundial?
El recurso al chantaje de la superpotencia
Desde que a finales de la década de los 70 del siglo pasado EEUU iniciara un acentuado declive estratégico, su economía ha quedado presa de una insalvable adicción a la deuda. Y como ocurre en cualquier otra adicción, cada vez necesita consumir una mayor cantidad de deuda para satisfacer sus necesidades.
Incapaz de sostener el continuado ritmo de aumento de los gastos que precisa el ingente aparato político-militar que le garantiza la hegemonía mundial, el recurso al endeudamiento es la constante vital que marca el desarrollo de la economía norteamericana, el motor central con el que darle la liquidez necesaria para que siga funcionando. Hasta el punto de que en la actualidad, los últimos estudios realizados por la Universidad de Boston revelan que el endeudamiento de EEUU –sumando todas las obligaciones de gasto, incluyendo los de defensa, y restando todos los ingresos que espera recaudar– es ya de 211 billones de dólares. Es decir, una deuda pública acumulada del 1.400%.
A través de su hegemonía político-militar, de la penetración de las redes de su capital financiero en el mercado mundial y del mantenimiento de un sistema monetario internacional con el dólar como núcleo, EEUU lleva 40 años siendo financiado por el resto del mundo. Y por lo que estamos viendo estos días pretende seguir siéndolo por otros 40 más.
El rifirrafe político organizado por los radicales del Tea Party, y la consiguiente amenaza de que en unas semanas EEUU pudiera dejar de pagar sus deudas, actúa a modo de chantaje planetario. El mensaje que Washington está lanzando al mundo puede resumirse en una simple idea: “o seguís financiándome a bajo coste o desato el caos en la economía mundial”.
La radicalización de la farsa del enfrentamiento político que republicanos y demócratas están desplegando esta vez, es consecuencia directa de las cada vez más acuciantes necesidades de disponer del dinero del resto del mundo. Unas necesidades de vampirización de la economía mundial por el que EEUU exige a los países emergentes y los grandes productores de materias primas a financiar a bajo coste su endeudamiento y le lleva a intensificar el saqueo sobre los países sometidos a su intervención y control, como el nuestro. Quien no parta de esto, no puede entender nada de lo que actualmente pasa en el mundo y en nuestro país.
Desde el estallido de la crisis en 2008, la Reserva Federal norteamericana, su banco central, se ha lanzado a una frenética carrera de imprimir dólares con los que comprar su propia deuda pública e inyectar masivas cantidades de dinero a su maltrecho sistema financiero. Pero no es posible mantener ilimitadamente esta ficción de inundar el mundo de dólares con un valor decreciente sin provocar graves desequilibrios en el resto de la economía mundial (inflación, alza del precio de las materias primas, burbujas de activos,…) Lo que a su vez provoca reacciones defensivas por parte del resto de países, y en particular de las potencias emergentes.
La decisión de los BRICS a comienzos de este año de crear un Banco propio de inversiones, como alternativa al FMI y el Banco Mundial dominados por EEUU, así como la de ralentizar la compra de bonos de deuda estadounidense y empezar a redirigir sus enormes reservas de divisas hacia un mayor crecimiento de sus mercados internos y de sus propios sistemas financieros, están muy posiblemente en el origen del nuevo órdago lanzado por el stablishment político de Washington.
A medida que aumenta su desarrollo económico, los BRICS se dotan mayor independencia y autonomía como para poder pensar ya en empezar alternativas al sistema de dominio de EEUU sobre el sistema financiero y monetario mundial. Lo que obliga a la superpotencia a redoblar el órdago de sus amenazas y chantajes.
Tras los síntomas de debilidad política y falta de liderazgo externo mostrados por EEUU en la resolución de la crisis siria, la amenaza de una suspensión de pagos aparece así como un acto de fuerza e intimidación, un chantaje en toda regla, por el que la superpotencia exige al resto del planeta un aumento en el pago de los tributos necesarios para mantener en calma su poder imperial.
Su problema es que al hacerlo, muestra también a los ojos de todo el planeta sus debilidades. Y los pone en guardia para que adopten nuevas medidas con las que hacer frente a su coacción e imposiciones.
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