A nuestros actuales políticos les cuesta reconocer, cuando no lo niegan, que el “franquismo” derrotó en lo moral y en la diplomacia al Reino Unido ante la ONU, y dada la burla británica a las resoluciones de la ONU, cerró la verja fronteriza del peñón con toda la razón del mundo.
En el primero de ello, en septiembre de 1704, el marqués de Villadarias dirige un golpe de mano con un grupo de 500 españoles. La idea era hacer un ataque conjunto desde la roca y por tierra. Se consiguió escalar la roca pero el ataque terrestre no pudo efectuarse por la llegada al puerto de una flota inglesa, haciendo prisioneros a la mayor parte del grupo.
Se desplegaron gran cantidad de medios, realizándose fortalezas por el entorno inmediato como el Castillo de Sabinillas, se estableció una Fábrica de Cañones en Jimena, un polvorín en La Atunara y diversos astilleros en la bahía para reparación de las flotas española y francesa. Se había tenido en cuenta la indicación del marqués de Pozobueno: “Con una buena armada de navíos, con buenos oficiales y correspondiente tripulación, se vería en breves años reducida la soberbia inglesa”. Cortada la comunicación por tierra por las tropas de Martín Álvarez de Sotomayor, relevado posteriormente por el duque de Crillon, el Peñón no tiene más salida que el mar, y en el mar se hallan las escuadras francesa y española al mando de D. Antonio Barceló, recién ascendido a Jefe de Escuadra, y con ellas unas baterías flotantes, refrigeradas, insumergibles e incombustibles, el último grito del arte militar, debido al ingeniero francés D’Arión.
“El problema no está tanto en el Reino Unido como en España y en su debilidad y falta de visión y voluntad”
Acabemos de una vez con el desconcierto y la anestesia que no meten a presión por el embudo los patrióticos demagogos. Se hace necesaria de una vez una comunidad de pensamiento, unidad de criterio y líneas de actuación decididas y constantes en lo que se refiere a la reclamación del cumplimiento de las resoluciones de las Naciones Unidas sobre la descolonización del territorio español de Gibraltar actualmente ocupado por el Reino Unido.Teniendo en cuenta por encima de todo que el problema no está tanto en el Reino Unido como en España y en su debilidad y falta de visión y voluntad.
A nuestros actuales políticos les cuesta reconocer, cuando no lo niegan, que el “franquismo” derrotó en lo moral y en la diplomacia al Reino Unido ante la ONU, y dada la burla británica a las resoluciones de la ONU, cerró la verja fronteriza del peñón con toda la razón del mundo.
“A nuestros actuales políticos les cuesta reconocer, cuando no lo niegan, que el “franquismo” derrotó en lo moral y en la diplomacia al Reino Unido ante la ONU”
De esta manera le dejó claro que Gibraltar era para ellos una ruina económica cada vez mayor. Desgraciadamente Felipe González, cuya herencia andaluza está hundida en la putrefacción más maloliente, fue al rescate abriendo la verja, entre el repugnante silencio de la derecha y sin la menor compensación para España, aunque muy posiblemente a través de políticos locales y redes de negocietes nacientes.
Así y de esta manera la roca se convirtió en un emporio de negocios donde el contrabando, el juego, el petróleo o la evasión de capitales dentro de la red de la piratería contemporánea, aliada de los ingleses, de los paraísos fiscales que ayudan a apuntalar y acrecentar el imperio británico financiero.
Por otra parte y en el ámbito local el daño económico que Gibraltar ha infringido es incalculable al convertirse en un alien que todo lo parasita y que convierte el campo de Gibraltar en un zombie, todo ello en medio de la autonomía española más corrupta que es Andalucía, a la par de Cataluña, donde reina el soborno y la corrupción. A ello habría que añadir la red de políticos y negociantes ligados a los mismos políticos que pueden tener negocios y dinero en el refugio fiscal gibraltareño, prueba de su demostrado patriotismo.
Cuando los socialistas dejaron el gobierno, ¿Hicieron algo sus sucesores?, ¡nada de nada!, se dedicaron como en tantos otros temas a dejar hacer y dejar pasar, ejerciendo de lacayos hacia Londres.
La tozudez británica en la no devolución de Gibraltar a su legítimo dueño pretende basarse en su consideración como un territorio de gran valor geopolítico y estratégico. Lo tuvo en su momento cuando mantenía igualmente mediante la ocupación la Isla de Menorca y cuando Malta pertenecía a la Corona Británica, pero hoy en día nadie puede mantener por cierta tal afirmación.
“Hace ya casi 20 años que España entró en la OTAN por lo que la tesis del Reino Unido acerca de importancia estratégica de Gibraltar para la seguridad internacional y para la OTAN ha caducado definitivamente”
Hace ya casi 20 años que España entró en la OTAN bajo el auspicio del presidente Calvo Sotelo, por lo que la tesis que hasta entonces mantenía el Reino Unido acerca de importancia estratégica de Gibraltar para la seguridad internacional y para la OTAN ha caducado definitivamente. Hace años que el Reino Unido mantiene que Gibraltar seguirá jugando un papel importante en misiones militares de su país o de sus aliados debido a su posición estratégica. Los diferentes gobernadores militares británicos que han pasado por el Peñón siempre han corroborado la importancia estratégica del Peñón como punto de operaciones entre el noroeste de Europa y muchas otras zonas del mundo.
En muchas ocasiones Gibraltar ha tenido una participación significativa en las tareas de prestación de apoyo a buques y aviones militares de muchos países con rumbo a puntos conflictivos y para la cobertura de la ruta a los Balcanes en operaciones de la ONU. Durante años la colonia de Gibraltar permaneció aislada “a cal y canto” del territorio español, con todo lo que ello implicaba de penalidades para la población vinculada al área española del Campo de Gibraltar.
“La colonización de Gibraltar es de naturaleza estratégica y representa una hipoteca para la seguridad española”
La colonización de Gibraltar es de naturaleza estratégica y representa una hipoteca para la seguridad española. No hay que olvidar la importancia histórica de los estrechos y el poder político de quienes los controlan. La cuestión es que en casos no tan lejanos como el del submarino nuclear Tireless, que permaneció varado en Gibraltar durante casi un año, el riesgo de destrucción de la zona meridional gaditana ha sido evidente.
A pesar de que el Peñón esta fortificado en su interior es claro que este es un objetivo fácil para las instalaciones artilleras españolas de Sierra Carbonera y desde las plazas españolas del Norte de África y que dada la capacidad incrementada de bombardeo por parte de la aviación, Gibraltar puede ser inutilizado fácil y rápidamente, y aun suponiendo que no pusiera un pie allí la infantería, su misión como base aeronaval y como plaza fuerte quedaría inutilizada por completo.
“El Peñón es una roca de caliza jurásica y pizarra silúrica que se haría pedazos desmenuzándose al estallar sobre ella proyectiles explosivos”
Recordemos que desde la guerra de 1914 a 1918, queda demostrado que en las mejores circunstancias para Inglaterra, el estrecho, como llave del Mediterráneo, funciona sólo con respecto a la superficie, pero nunca o con tremendas dificultades para la navegación submarina. Además de que desde el punto de vista geológico el Peñón es una roca de caliza jurásica y pizarra silúrica que se haría pedazos desmenuzándose al estallar sobre ella proyectiles explosivos.
Trescientos años después del Tratado de Utrecht de 1713, el tratado que puso fin a la Guerra de Sucesión por el que España cedía el Peñón a Gran Bretaña sin jurisdicción alguna, estableciéndose, no obstante, una cláusula por la cual si el territorio dejaba de ser británico, España tendría la opción de recuperarlo, el contencioso de Gibraltar ha resurgido con renovada intensidad con el inicio del Brexit británico.
Hoy recordamos cómo la colonia sigue ocupando territorios anexos al Peñón y, a pesar de que el Tratado de Utrecht sólo cedía el Peñón y tierras colindantes de la esa época, constantemente se han venido realizando obras faraónicas de ampliación del istmo, como el famoso aeropuerto, construido en territorio neutral y ocupando además parte de las aguas de la bahía española de Algeciras; y el puerto de Gibraltar que también ocupa parte de las aguas españolas de la bahía.
En estos últimos años la apropiación de espacios sigue en marcha y Gibraltar ya comienza a reclamar derechos jurisdiccionales sobre las aguas colindantes, derecho tampoco reconocido en el Tratado de Utrecht.
En estos últimos años la apropiación de espacios sigue en marcha y Gibraltar ya comienza a reclamar derechos jurisdiccionales sobre las aguas colindantes, derecho tampoco reconocido en el Tratado de Utrecht.
Si comparamos cartografía en una secuencia cronológica podemos apreciar cómo han ampliado y siguen ampliando el territorio, y según lo previsto siguen en ello, en esta ocasión en la orilla contraria a la bahía de Algeciras, por lo que podemos preguntarnos… ¿Qué superficie ocupará Gibraltar y sus dominios marítimos en el próximo siglo?
“El territorio español de Gibraltar que debería haber sido devuelto tras las resoluciones de la Organización de las Naciones Unidas que instaban a su descolonización es actualmente un Territorio de Ultramar dependiente de Reino Unido”
El territorio español de Gibraltar que debería haber sido devuelto tras las resoluciones de la Organización de las Naciones Unidas que instaban a su descolonización es actualmente un Territorio de Ultramar dependiente de Reino Unido. Como todos sabemos está situado al sur de la Península Ibérica, al este de la bahía de Algeciras; albergando una población aproximada de 29.000 habitantes en una extensión de 7 km2, que se ha venido incrementando de forma ilegal desde su fraudulenta apropiación en 1704. Por su excelente ubicación, en la puerta del Mar Mediterráneo que se abre al Atlántico es también base aeronaval de las Fuerzas Armadas Británicas.
“Sería en el siglo XIV, precisamente en 1309 cuando el reino de Castilla incorpora Gibraltar a su Corona por primera vez”
Sería en el siglo XIV, precisamente en 1309 cuando el reino de Castilla incorpora Gibraltar a su Corona por primera vez. Fue conquistada por Alonso de Guzmán y con la ayuda de la Corona de Aragón, este territorio es tomado de nuevo en 1333 por los mereníes que habían invadido la España musulmana y en 1374 vuelve a caer en manos de los nazaríes del Reino de Granada.
Finalmente en 1462, Gibraltar es conquistado por Alonso de Arcos, que estaba al servicio de Juan Alonso de Guzmán, Duque de Medina-Sidonia. Tras varios intentos por parte de Enrique IV (1454-1474) por incorporar este territorio a su reinado, Gibraltar permanece bajo dominio de la Casa de Medina-Sidonia. Es en 1501 cuando este territorio se anexa definitivamente a la corona española y un año después los Reyes Católicos le conceden su propio escudo de armas.
Por su peculiar situación estratégica sufre en 1540 un saqueo del pirata turco Barbarroja y en 1607, el almirante holandés Jacob Heemskerk fuerza la entrada en el puerto y destruye la flota allí ubicada, pero España todavía seguiría manteniendo su soberanía sobre este territorio.
Pero fue al llegar 1701, cuando tras la muerte sin descendencia de Carlos II, último rey de España perteneciente a la Casa de Austria, estalla la llamada Guerra de Sucesión Española, en la que se produce una guerra internacional que es trasladada a la península ibérica y donde tomaría tintes de guerra civil entre los borbónicos de Felipe V y los austracistas de Carlos III, acrecentado por intereses internacionales ansiosos por desmembrar y repartirse el Imperio Español.
En verano de 1704, una flota perteneciente al bando del pretendiente austriaco, el Archiduque Carlos, formada por navíos ingleses y holandeses, atacó varias localidades de la costa sur española hasta su llegada a la bahía de Algeciras el 4 de agosto de 1704, donde tomaron posiciones para el ataque a Gibraltar. En 1712 se firma el Tratado de Utrecht en el que se pone fin a las hostilidades, así como el reconocimiento por parte de Inglaterra del pretendiente Borbón, Felipe V, como rey de España, a cambio de la cesión de los territorios de Gibraltar y Menorca. Este último territorio isleño fue recuperado en 1783, con la firma del Tratado de Versalles; pero Gibraltar, debido a su importante localización estratégica nunca fue devuelta a España.
Nada más firmarse el Tratado de Utrecht, el gobernador de Gibraltar ocupó militarmente una torre llamada “Torre del Diablo” y un caserón denominado “El Molino”, situados a levante y poniente respectivamente, en terreno español según puede verse en los croquis.
España haría varios intentos para recuperar Gibraltar durante el siglo XVIII, unas veces de forma militar y otras, las últimas, de forma diplomática. El primero de ellos se ejecutó tan sólo unos meses después de la toma de la ciudad prolongándose hasta el año 1707 y un segundo asedio unos años después del Tratado de Utrecht, en 1727.
En el primero de ello, en septiembre de 1704, el marqués de Villadarias dirige un golpe de mano con un grupo de 500 españoles. La idea era hacer un ataque conjunto desde la roca y por tierra. Se consiguió escalar la roca pero el ataque terrestre no pudo efectuarse por la llegada al puerto de una flota inglesa, haciendo prisioneros a la mayor parte del grupo.
Felipe V, desde 1721 a 1728, mantiene como embajador en Londres a don Jacinto de Pozobueno y Belver marqués de Pozobueno. Sus instrucciones eran muy concretas y se centraban en la recuperación de Gibraltar, negociando la entrega a cambio de los privilegios comerciales que necesitaba Inglaterra como eran: confirmación del privilegio del asiento, que le facultaba para importar esclavos a América, y el navío anual de permiso, que le autorizaba un comercio limitado, pero suficiente como para facilitar y ciertamente enmascarar bajo cierta apariencia legal, su inmenso contrabando. Standhope, el que luego habría de llamarse Lord Harrington, embajador de Inglaterra en Madrid, ayudaba desde España a torpedear las negociaciones. Cuando se firma el Tratado de Madrid, el 13 de junio de 1721, ya se había concedido lo que pedían los ingleses. España a cambio de la no recuperación de Gibraltar, tuvo que contentarse con una carta de Jorge I, en la cual se decía: “No vacilo en asegurar a V. M. que estoy pronto a complacer en lo relativo a la restitución de Gibraltar.” La promesa concretaba que la devolución se haría dentro del año 1721.
Al romperse las hostilidades entre España e Inglaterra, en 1727, Gibraltar sufre un breve sitio de cinco meses, el Marqués de Pozobueno regresa a Madrid, y Standhope abandona España regresando a Londres. La promesa austríaca de ayudarnos a la guerra tampoco se cumple y en 1728 se firma, en El Pardo, el Acta de Confirmación y declaración de preliminares, por la que devolvemos a Inglaterra, incluso con una indemnización por daños, la nave Príncipe Federico, manifestando tan sólo el representante de la Gran Bretaña que su país trataría del asunto del Peñón en un Congreso internacional que se celebraría en Soissons. El Congreso tuvo lugar, efectivamente, en junio de ese año acudiendo por España, el marqués de Santa Cruz y don Joaquín Ignacio de Barrenechea, pidiendo a los ingleses el cumplimiento de la promesa de 1721, a lo que se negaron los ingleses por medio de sus representantes, Stanhope y Walpole. La paz quedó al fin asegurada por el Tratado de Sevilla, de 1729.
Finalizado en sitio, el 21 de junio de 1728. El rey Felipe V emite un Real Decreto estableciendo que “el terreno comprendido por el alcance de punta en blanco del cañón disparado desde la punta más avanzada de la Plaza, que se regula en setecientas varas, habría de mantenerse neutral sin que se ocupase ni por una ni por otra parte…”. El decreto también declaraba que se trataba de una disposición provisional.
“En 1.730 se daría inicio la construcción de la “Línea de Gibraltar”, compuesta por dos fuertes y una muralla a todo lo ancho del istmo”
En 1.730 se daría inicio la construcción de la “Línea de Gibraltar”, compuesta por dos fuertes y una muralla a todo lo ancho del istmo. Gran Bretaña pide a España la creación de un terreno neutral en el que ambos países se abstendrían de fortificar, terreno que no dejaría, por ello, de ser español. Esta petición no es tenida en consideración aunque, de facto, después del tercer sitio quedó una franja de terreno español de 1.450 metros de longitud, a todo lo ancho del istmo, entre la fortaleza y la “Línea de Gibraltar”, que España mantuvo para evitar fricciones y que fue considerado por ambas partes como “terreno neutral”.
Con el fin de evitar estas expansiones, el rey Felipe V ordenó construir un sistema de fortificaciones a poco más de un kilómetro del Peñón. La orden fue dada el 2 de noviembre de 1730 al director de Ingenieros, Jorge Próspero de Verboom, para la construcción de dos fuertes, uno situado a levante y otro a poniente del istmo, y unidos ambos por una línea fortificada con el propósito de impedir el tránsito y hacer prevalecer los derechos sobre el istmo, además de hacer patente la presencia española en la zona, prohibiendo a los barcos ingleses el atraque fuera del puerto de Gibraltar.
En 1731 se inició la construcción de los dos grandes fuertes, llamados de Santa Bárbara y San Felipe cuya situación puede apreciarse en el croquis. El primero recibió este nombre en honor de la Patrona del arma de Artillería, ubicándose en la playa de levante. El segundo toma su nombre del rey, Felipe V, y se sitúa en la playa de poniente. Entre estos dos fuertes se construyó una gran muralla central con varias plazas de armas en punta de diamante con sus cuerpos de guardia respectivos, discurriendo desde Santa Bárbara a San Felipe. Todos ellos, se encontraban situados a una distancia equidistante, llamados de Santa Mariana, San Benito, semi-plaza de armas y cuerpo de guardia de San José, San Fernando y San Carlos. Esta línea fortificada fue finalmente ejecutada en 1735, siendo conocida como la “Línea de Contravalación de Gibraltar” y es el origen de la población de La Línea de la Concepción. Esta contravalación marcaba el límite norte del territorio neutral entre España y Gibraltar, de 156 hectáreas.
En 1756 se hizo un nuevo intento, al comienzo de la Guerra de los Siete Años, tratando simultáneamente con Francia y con Inglaterra, para a cambio de la neutralidad española recuperar Gibraltar. Sin embargo el asedio más duradero y persistente tendría lugar entre 1779 y 1783, siendo conocido como El Gran Asedio, resultando finalmente infructuoso. Al no conseguir recuperar Gibraltar, a finales del siglo XVIII se acordó la creación de una zona neutral en el istmo entre el Peñón y las fortificaciones españolas, cuya mitad más próxima a Gibraltar fue ocupada posteriormente por los británicos.
Este último asedio, el decimocuarto en la historia, comenzó el 14 de julio de 1779, se declara “El Gran Sitio” de Gibraltar y se prolongó hasta 1783, sitiando Francia y España, ligadas por el Tercer Pacto de Familia, el Peñón de Gibraltar, por tierra y por mar y que finalizó cuando el Conde de Aranda ordenó levantar el bloqueo sin haber recuperado la plaza.
Se desplegaron gran cantidad de medios, realizándose fortalezas por el entorno inmediato como el Castillo de Sabinillas, se estableció una Fábrica de Cañones en Jimena, un polvorín en La Atunara y diversos astilleros en la bahía para reparación de las flotas española y francesa. Se había tenido en cuenta la indicación del marqués de Pozobueno: “Con una buena armada de navíos, con buenos oficiales y correspondiente tripulación, se vería en breves años reducida la soberbia inglesa”. Cortada la comunicación por tierra por las tropas de Martín Álvarez de Sotomayor, relevado posteriormente por el duque de Crillon, el Peñón no tiene más salida que el mar, y en el mar se hallan las escuadras francesa y española al mando de D. Antonio Barceló, recién ascendido a Jefe de Escuadra, y con ellas unas baterías flotantes, refrigeradas, insumergibles e incombustibles, el último grito del arte militar, debido al ingeniero francés D’Arión.
El bloqueo no fue eficaz y además otra flota de bloqueo operaba con bases en Algeciras, Málaga y Cádiz. Se reforzó la flota de Barceló con un navío, una fragata, 3 jabeques, 5 jabequillas, 12 galeotas y 20 embarcaciones menores, a las que se sumaron como participantes las “lanchas cañoneras” ideadas por Barceló. La dificultad estribaba en el ataque a la plaza por mar, ya que por tierra era mucho más difícil dados los alcances de los cañones de la época y a la inferioridad manifiesta de los buques de vela y madera de la época contra las fortificaciones terrestres. Al ser disminuida la flota que se le proporcionó a Barceló y de insuficiente potencial de fuego se embarcaron grandes cañones de a 24 libras o con morteros en botes a remos de gran tamaño.
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