En el año 2008, se cumplieron exactamente 23 años del fin, de lo que ha sido uno de los mayores genocidios en la historia de america, concretamente en Guatemala, país, ya de por sí, bastante castigado por la corrupción de la clase política, la gran pobreza a la que esta sometida la población indígena mayoritaria y los continuos desastres naturales que, una vez mas, al igual que en EEUU, solo parecen afectar a los mas pobres y los mas desfavorecidos de la sociedad.
Guatemala cuenta con la segunda población indígena más extensa de toda América después de México. La población indígena guatemalteca es, concretamente, de origen maya, y representan un total del 52% de la población total de Guatemala, concretamente, situados la mayoría, el 95%, en las zonas del interior del país, en las zonas rurales de los altiplanos, divididos en cientos de pequeñas comunidades rurales. La mayoría de todos ellos viven en umbrales de miseria y en pésimas condiciones de vida, dedicándose muchos de ellos a las tareas agrícolas, que les ofrecen los pocos beneficios que pueden obtener, debido a lo cual muchos han generado un fuerte sentimiento de identidad trabajadora e indigenista, motivo por el cual tradicionalmente ha sido una zona de mayoría de voto progresista.
En este contexto socio-económico nos situamos en 1954, donde el presidente Jacobo Guzmán, acusado de comunista, es derrocado por un grupo de extrema derecha pro fascista, y apoyado por Washington, y que contaba entre sus promotores con el mayor asesino que ha dado América, el general Efraín Ríos Montt. En 1982, un nuevo golpe de estado le lleva a la presidencia de la republica de Guatemala, detentando todos los poderes, suprimiendo la constitución y declarando un autentico estado militar de extrema derecha, de forma que los indígenas pagaran caro el no haberle apoyado nunca. Rápidamente, su gobierno militar instaura un programa nacionalista con el propósito de “integrar” a la población indígena campesina, según ellos “ignorantes y por ello vulnerables al comunismo internacional”, pasando a combatir con dureza a las fuerzas marxistas Fuerzas Armadas Rebeldes, Ejercito Guerrillero de los Pobres y el Partido Guatemalteco del Trabajo. A su vez, a la mayoría de indígenas, que constituían la base de estas fuerzas se les sometió a una matanza y persecución bestial, pues según palabras de Ríos Montt “los indígenas son la base de estos movimientos y por lo tanto, al ser sospechosos hay que matarlos a todos”. A partir de este momento y desde 1983-1985 se inicia una campaña literal de eliminación física de indígenas, muchos de ellos son ejecutados extrajudicialmente, pueblos enteros (hasta 448) son literalmente arrasados por el ejercito y por las “patrullas de autodefensa civil” de extrema derecha. Se lleva a cabo una política etnocida, y fuertemente racista, y los mayas son literalmente borrados del mapa, siguiendo los consejos del general Ríos Montt y su escuadrónfascista, todo ello, con el beneplácito de Estados Unidos (Reagan, incluso llegar a alabar su “integridad moral y su dedicación total a la democracia”). El comité de derechos humanos llega incluso a detallar 69 masacres, con atentados del ejercito hacia cualquier indígena que se atreviera a apoyar la guerrilla marxista. Así, su brutalidad asesina se evidencia en las cifras, donde, en un gobierno de tan solo 17 meses, de 1982-1983, logra asesinar a 100.000 indígenas, dejando 500.000 refugiados, y borrando pueblos enteros del mapa. Su gobierno terrorista, por fin, es suprimido en un golpe de estado que le aparta del poder, finalizando en 1985 las políticas etnocidas que habían llevado a Guatemala a la pagina más oscura y trágica de la historia reciente de América. Pero la figura de Ríos Montt no se vera perjudicada por ello, saliendo totalmente indemne de tales crímenes, por mucho que la líder indigenista Rigoberta Menchu interpusiera una denuncia en 1999, por crímenes y terrorismo de estado. A pesar de todo ello cabria preguntarse porque Efraín Ríos Montt, después de haber cometido un genocidio bestial, no ha sido juzgado ni condenado por sus actos y puede presentarse de nuevo a elecciones en su país. Algo debe estar fallando cuando pasamos por alto asesinatos en masa, miles de muertos y refugiados y nadie parece reclamar nada, curioso parentesco con nuestra transición española.
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