Benjamín López Los impuestos de todos los españoles pagan el servicio de seguridad para una pareja imputada que ni siquiera forma parte de la Familia Real.
Me contaba un periodista amigo mío que ha viajado -y viaja- mucho a Suiza a seguir allí las andanzas de Urdangarin y su esposa, la Infanta Cristina, que lo primero que encuentras en la calle del lujoso barrio donde reside la pareja es algún agente de paisano de la Policía Nacional apostado en la puerta de la vivienda, junto a la prensa española.
Hombre, pensé, ¡qué exagerados! Tampoco creo que Urdangarin sea tan peligroso como para poner protección a los periodistas. Sólo se le achacan delitos monetarios y administrativos como haber birlado muchos millones de euros pero, que se sepa, no es peligroso.
Perdonen la broma, pero me ha servido para ilustrar lo ridículo y escandaloso de la situación. Y es que para el que no lo sepa hay que decir que la Infanta mantiene una escolta policial de tres agentes desplazados a Suiza, que pagamos usted y yo, para evitar que la prensa moleste a doña Cristina, imputada en el caso Urdangarin, por cierto.
La Infanta quedó fuera de la Familia Real en el momento en el que su hermano fue proclamado Rey de España, como Felipe VI. Así lo dice el Real Decreto 2917/1981, de 27 de noviembre, sobre Registro Civil de la Familia Real, según el cual estará formada por el "Rey de España, su Augusta Consorte, sus ascendentes de primer grado, sus descendientes y al Príncipe heredero de la Corona". Es decir, las hermanas del Rey Felipe quedan fuera.
Dirán los responsables de Interior que es por razones de seguridad, ese saco tan grande donde cabe casi cualquier excusa para cometer un abuso, porque esto lo es a todas luces. Si las razones de seguridad justificaran la presencia de policías no habrían reducido la escolta desde la proclamación del Rey, es decir desde que la Infanta quedó oficialmente fuera de la Familia Real. Antes había media docena, al menos, de policías; ahora hay tres.
Parece que a alguien le remuerde un poco la conciencia. Tampoco se justifican como "razones de seguridad" algunas de las funciones que realizan los policías. Que yo sepa, evitar que la prensa resulte incómoda, llevar la compra de la Infanta y subírsela a casa, ejercer de chófer para Cristina o ir a llevar y traer de las clases de tenis a los niños, son la aros que no forman parte de lo que los policías aprenden en la Academia de Ávila, ni entran dentro de las supuestas medidas de seguridad que presuntamente necesita la pareja.
Por otra parte, es una falta de respeto total de la Infanta a unos profesionales que no están ahí para servirla como criados. Lo que sucede es que la Infanta ha tenido toda la vida quién le llevara las bolsas y condujera por ella y en su subconsciente cree que cualquier súbdito debe hacerlo. En todo caso, insisto; si alguien necesita protegerse de alguien -que no es el caso- son los periodistas españoles que acuden a Ginebra los que deberían ser custodiados por la policía y no al revés.
Son la hermana del Rey y su cuñado los que están imputados por delitos bastante graves; no creo que los periodistas que pasan horas delante de su puerta tengan cuentas pendientes con la Justicia. Me consta que en Suiza, donde los políticos van en transporte público al trabajo, tampoco entienden demasiado bien todo esto, entre otras cosas porque no hay quien lo entienda.
Si la Infanta quiere escolta, que se la pague. Yo, desde luego, no estoy dispuesto a poner un céntimo más de mi bolsillo para que esta señora y su marido sigan viviendo a cuerpo de rey.
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