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sábado, 8 de junio de 2013

El lado oculto de los jesuitas. Su juramento extremo

El que sigue, es porción importante de la copia exacta del juramento extremo de los Jesuitas. Leyendo y examinando bien su contenido, podremos empezar a entender muchas cosas más, respecto a lo que estamos mostrando a lo largo de este artículo.Este juramento que siempre fue secreto,fue revelado por el ex jesuita de alto rango, Dr. Alberto Rivera, tiempo después de convertirse a Cristo. El Dr. Alberto Rivera, murió hace unos pocos años de manera muy misteriosa.

Su Propósito Y Juramento

El propósito de la Orden Jesuita, formalmente establecido por el Papa en 1540, es destruir la Reforma Protestante. Ellos lo llaman la Contra-Reforma. Nicolini de Roma escribió:
"Los Jesuitas, por su mismo llamado, por la misma esencia de su institución, están ligados a buscar, por cada medio, recto o malo, la destrucción del Protestantismo. Esta es la condición de su existencia, el deber que ellos deben cumplir, o cesar de ser Jesuitas". [Las Huellas de los Jesuitas, R. W. Thompson, 1894]

Extracto del Juramento de los Jesuitas

Para este fin el Jesuita profeso se tiene obligado a sí mismo con un juramento, parte del cual fue publicado en 1899, y se lee:
"Ahora, yo renuncio y desconozco mi lealtad debida a cualquier Rey herético, Príncipe o Estado, llámense Protestantes, o liberales, o la obediencia a cualquiera de sus leyes o magistrados u oficiales.

"Luego declaro que la doctrina de las iglesias de Inglaterra y Escocia, o de los Calvinistas, Hugonotes, y otros del nombre Protestante o Liberales, ser condenables, y ellos mismos ser condenables los que no abandonarán las mismas.
"Luego declaro que yo ayudaré, asistiré y aconsejaré a todos o algunos de los agentes de Su Santidad, en el lugar donde yo esté, en Suiza, Alemania, Holanda, Dinamarca, Suecia, Noruega, Inglaterra, Irlanda o América, o en cualquier otro reino o territorio al que yo vaya, y haré mi máximo esfuerzo para extirpar a los herejes Protestantes o las doctrinas liberales, y destruir todo pretendido poder, que sea legal o no" [Errores de la Iglesia Católica Romana, 15 Colaboradores, 1894]

* * *

En 1981, uno de nuestros héroes, Alberto Rivera, descubrió el juramento que él tomó como un Jesuita profeso. Nosotros leemos:

Ceremonia De Introducción Y Juramento Extremo De Los Jesuitas

(Dado por un Jesuita de rango menor cuando él está por ser elevado a una posición de comando).

Habla el Superior:

"Hijo mío, hasta aquí tu has sido enseñado para actuar como el disimulador entre los Católicos Romanos para ser un Católico Romano, y para ser un espía aún entre tus propios hermanos: para no creer a ningún hombre, para no confiar en ningún hombre. Entre los reformadores, para ser un reformador, entre los Hugonotes (Protestantes Franceses) ser un Hugonote: entre los Calvinistas, ser un Calvinista: entre los Protestantes (aquellos que protestan y están en desacuerdo con la institución Católica Romana), generalmente ser un Protestante: y obtener su confianza y buscar aún predicar desde sus púlpitos, y denunciar con toda la vehemencia (emoción violenta) en tu temperamento a nuestra Santa Religión y al Papa; y aún descender tan bajo como para llegar a ser un Judío entre los Judíos, para que tu puedas estar habilitado a reunir toda la información para el beneficio de tu orden como un fiel soldado del Papa.

"Has sido enseñado a plantar insidiosamente las semillas del celo y el odio entre los estados que estaban en paz, e incitarlos a hechos de sangre, envolviéndolos en la guerra unos con otros, y a crear revoluciones y guerras civiles en las comunidades, provincias y países que eran independientes y prósperos, que cultivaban las artes y las ciencias y gozaban de la bendición de la paz;
"A tomar partido con los combatientes y a actuar secretamente en concierto con tus hermanos Jesuitas que pueden estar enlistados en el otro bando, pero abiertamente opuestos a lo que ustedes puedan estar ligados;
"[*Enseñado a] que solamente la iglesia pueda ser la ganadora al final en las condiciones fijadas en los tratados de paz, y que los fines justifican los medios.
"Tú has sido instruido en tu deber como espía, a reunir todas las estadísticas, hechos e información en tu poder desde cada fuente: a congraciarte y entrar en la confianza de las familias y círculos Protestantes y herejes de cada clase y carácter, así como de los comerciantes, los banqueros, los abogados, entre las escuelas y universidades, en el parlamento y las legislaturas, y en los tribunales y los consejos de Estado, 'ser todas las cosas a todo hombre', por la causa del Papa, cuyos siervos nosotros somos hasta la muerte.

"Tú has recibido todas tus instrucciones hasta aquí como un novicio (uno que no tiene entrenamiento), un neófito (un sacerdote recién ordenado), y has servido como un coadjutor (que trabajó como un ayudante), confesor y sacerdote, pero aún tú no has sido investido con todo lo que es necesario para comandar en el ejército de Loyola y en el servicio del Papa.
"Tú debes servir en el tiempo debido como el instrumento y ejecutor dirigido por tus superiores; porque ninguno puede comandar aquí que no haya consagrado sus labores con la sangre de los herejes; porque 'sin el derramamiento de sangre ningún hombre puede ser salvado'.
"Yo, _____, ahora, en la presencia del Dios Todopoderoso, la bendita Virgen María, el bendito Miguel Arcángel, el bendito San Juan el Bautista, los Santos Apóstoles, San Pedro y San Pablo y todos los santos y sagradas huestes del cielo... ...
"Yo, además de esto, prometo y declaro que, cuando la oportunidad se presente, haré y pelearé una guerra incesante, secreta y abierta, contra todos los herejes, Protestantes y Liberales, como sea dirigido a hacerlo.
"[*Y] que cuando la misma no pueda ser hecha abiertamente, yo usaré secretamente la copa envenenada, la cuerda de estrangulación, el acero del puñal (una daga) o la bala de plomo, sin considerar el honor, rango, dignidad, o autoridad, de la persona o las personas, cualquiera pueda ser su condición en la vida, ya pública o privada, como yo sea en ese tiempo dirigido a hacerlo por algún agente del Papa o superior de la hermandad de la santa fe, de la Sociedad de Jesús". [La Cruz Doble: Alberto, Parte 2, 1981]

* * *

En adición al Juramento, los Jesuitas tienen una guía titulada Secreta Monita. Para el conocimiento del autor la misma ha sido solamente puesto al descubierto ante el mundo dos veces: una en los años 1600 y otra en los años 1800. A causa de la magnitud de su contenido que se relaciona con nuestro tema, Las Instrucciones Secretas De Los Jesuitas (1857) está reimpreso en su totalidad [en Los Asesinos Del Vaticano].

[Debido a la extensión de este material, nosotros aquí en The SPECTRUM solamente presentaremos unos pocos extractos y los encabezados de los capítulos, pero esto debería ser suficiente para darle a usted una buena idea de lo que está contenido dentro de ellas. Para la presentación completa, remitirse a Los Asesinos del Vaticano. Las porciones que usted va a leer no han sido impresas, para nuestro conocimiento, en ningún diario de nuestros días modernos.
Lo que usted va a leer, Las Instrucciones Secretas De Los Jesuitas, fue publicado primero en 1669 por el venerable y erudito Dr. Compton, Obispo de Londres. En Los Asesinos del Vaticano nosotros leemos:]

Sus argumentos sobre su autenticidad, y su carácter como un erudito y teólogo, son una garantía suficiente de que él nunca habría dado su nombre e influencia para sustanciar un trabajo de dudosa autoridad, o calculado para desviar al público.
Nosotros tenemos que añadir solamente que la última edición Americana, publicada en Princeton, y ésta que nosotros publicamos, están tomadas de la traducción que fue publicada en Londres en 1723, y dedicada a Sir Robert Walpole, quien fue luego Lord Orford, y quien tuvo el alto honor de ser el primer ministro de Jorge I y Jorge II.

LAS INSTRUCCIONES SECRETAS DE LOS JESUITAS

Capítulo 1: Como la Sociedad debe comportarse cuando ellos comienzan alguna nueva fundación.
V. En sus primeros asentamientos, que nuestros miembros sean cautos en comprar tierras; pero si ellos compran alguna bien situada, que sea hecho en el nombre de algún fiel y confiable amigo. Y que nuestra pobreza pueda ser la más engañosa apariencia de la realidad, hagan las compras, adyacentes a los lugares donde nuestros colegios son fundados, sean asignadas por el provincial a colegios a cierta distancia; por medio de lo cual será imposible que príncipes y magistrados puedan siquiera llegar a algún conocimiento de a cuanto ascienden los montos de los ingresos de la Sociedad.
VI. No sea escogido ningún lugar por ninguno de nuestros miembros cuando van a fundar un colegio sino en ciudades opulentas; siendo el fin de la Sociedad la imitación de nuestro bendito Salvador, quien hizo su principal residencia en la metrópolis de Judea, y solamente transitoriamente visitó los lugares menos destacados.

VII. Sean las más grandes sumas siempre sacadas a las viudas, por frecuentes protestas de nuestras extremas necesidades.

VIII. En cada provincia, ninguno sino el principal ha de estar plenamente informado del valor real de nuestros ingresos; y que lo que contiene la tesorería de Roma sea siempre mantenido como un secreto inviolable.
Capítulo II: En qué manera la Sociedad debe comportarse, para que ellos puedan introducirse a sí mismos, y luego de eso preservar una familiaridad con príncipes, nobles, y personas de la mayor distinción.
I. Los Príncipes, y personas de distinción en todas partes, deben ser por todos los medios manejados de modo que nosotros podamos tener sus oídos, y eso fácilmente asegurará sus corazones; por dicho modo de proceder, todas las personas llegarán a ser nuestras criaturas, y ninguno osará dar a la Sociedad la menor inquietud u oposición.
II. Esas personas eclesiásticas ganan un gran terreno en el favor de los príncipes y nobles, por guiñar ante sus vicios, y poner una construcción favorable sobre lo que sea que ellos hagan impropiamente, la experiencia convence; y esto nosotros podemos observar con sus contrataciones matrimoniales con sus relaciones cercanas y parentela, o parecidos. Debe ser nuestro negocio alentar tales cosas, tales inclinaciones continúan así, por conducirles en la esperanza, de que a través de nuestra asistencia ellos podrán fácilmente obtener una dispensación del Papa; y no dudar que él fácilmente la dará, si es apurada una razón apropiada, casos paralelos producidos, y se citan opiniones que prestan apoyo a tales acciones, cuando el bien común de la humanidad, y el mayor avance de la gloria de Dios, que son el único fin y designio de la sociedad, y pretenden ser los únicos motivos para ellos.

V. Sobre todo, debe ser tomado el debido cuidado de buscar el favor con los subordinados y domésticos de príncipes y nobles; a quienes por pequeños presentes, y muchos oficios de piedad, así nosotros podamos en gran manera inclinarlos a nosotros, como medios de hacerlos fieles inteligencias de las desviaciones de las inclinaciones y humores de sus amos; de tal forma la Sociedad estará mejor calificada para estar en concordancia con sus temperamentos.

VII. Princesas y damas de calidad han de ser ganadas fácilmente por la influencia de la mujer ayuda de cámara; por cuya razón nosotros debemos por todos los medios prestar particular atención a esas, porque de ese modo no habrán secretos en la familia sino que nosotros los tendremos plenamente descubiertos ante nosotros.

XV. Finalmente, - Ganemos con tales artificios la ascendencia sobre príncipes, nobles, y magistrados de cada lugar, para que ellos puedan estar listos a nuestra disposición, aún a sacrificar sus más cercanas relaciones y más íntimos amigos, cuando nosotros digamos que es por nuestro interés y ventaja.
Capítulo III: Cómo la Sociedad debe conducirse hacia aquellos que están al timón de los asuntos, y otros que, aunque ellos no son ricos, están no obstante en una posición de ser útiles de otro modo.
I. Todas las cosas que han sido mencionados, pueden, en una gran medida, ser aplicadas a ellos; y nosotros también debemos ser industriosos en procurar sus favores contra cada uno que se oponga a nosotros.
II. Su autoridad y sabiduría debe ser cortejada para obtener varios servicios que puedan ser ejecutados para nosotros; también debemos hacer una manipulación de sus consejos con respecto al desacato de los ricos; aunque al mismo tiempo, si su discreción y fe pueden ser confiadas, nosotros podemos privadamente hacer uso de sus nombres para amasar bienes temporales para el beneficio de la Sociedad.
Capítulo IV: Las principales cosas a ser recomendadas a los predicadores y confesores de los nobles.

VI. Inmediatamente a la muerte de alguna persona de puesto, que se tomen [*los predicadores confesores de los nobles] el tiempo necesario para conseguir algunos amigos de nuestra sociedad preferidos en su salón; pero esto debe ser sincronizado con tal astucia y manejo de modo de eludir el dar la mínima sospecha de nuestro intento de usurpar la autoridad del príncipe; por esta razón (como ya se dijo) nosotros mismos no debemos aparecer en ello, sino hacer una manipulación de los artificios de algunos fieles amigos para efectuar nuestros designios, cuyo poder puede apantallarlos de la envidia que puede de otra manera caer pesadamente sobre la Sociedad.

Capítulo V: Qué especie de conducta debe ser observada hacia las personas religiosas que son empleadas en las mismas funciones eclesiásticas con nosotros.
Capítulo VI: De los métodos propios para inducir a la viudas ricas a ser liberales con nuestra Sociedad.
I. Para el manejo de sus asuntos, tales miembros únicamente sean escogidos por su edad avanzada, de una complexión vivaz y agradable conversación; que estos visiten frecuentemente a tales viudas, y al minuto en que ellas comienzan a mostrar alguna afección hacia nuestra orden, entonces es el tiempo de mostrar delante de ellas las buenas obras y los méritos de la sociedad. Si ellas parecen dar bondadosamente oídos a esto, y comienzan a visitar nuestras iglesias, nosotros debemos por todos los medios tomar el cuidado de proveerlas de confesores por quienes ellas puedan ser amonestadas, especialmente a una constante perseverancia en su estado de viudez, y esto, enumerando y alabando las ventajas y felicidad de una vida de soltera: y dejen que ellas pongan en garantía su fe, y a ellas mismas también, como una garantía de que una firme continuación en tal piadosa resolución infaliblemente comprará un mérito eterno, y probará un más efectivo medio de escapar de las que de otro modo serían ciertas penas del purgatorio.

IV. Debe tomarse cuidado de remover tales sirvientes particularmente cuando no guardan un buen entendimiento con la Sociedad; pero esto sea hecho poco a poco; y cuando nosotros los hayamos conducido a trabajar afuera, que los tales sean recomendados como ya lo son, o voluntariamente llegarán a ser nuestras criaturas; entonces nosotros nos zambulliremos en cada secreto, tendremos un dedo en cada asunto tramitado en la familia.

Capítulo VII: Cómo tales viudas han de ser aseguradas, y en que manera ha de disponerse de sus efectos.
I. Ellas han de ser perpetuamente presionadas a perseverar en su devoción y buenas obras, en tal manera, que ninguna semana pase en la cual ellas no dejen, de su propio acuerdo, algo aparte de su abundancia para el honor de Cristo, la bendita Virgen, o su santo patrono; y lo dispongan ellas en alivio de los pobres, o en el embellecimiento de las iglesias, hasta que ellas sean enteramente despojadas de sus superfluos depósitos e innecesarias riquezas.

VIII. El confesor tome diligente cuidado en prevenir a tales viudas que son sus penitentes, de visitar eclesiásticos de otras órdenes, o entrar en familiaridad con ellos, bajo ningún pretexto, para lo cual, en la oportunidad apropiada, aclame que la Sociedad es infinitamente superior a todas las otras órdenes; por su más grande servicio en la iglesia de Dios, y por su más grande autoridad con el Papa, y todos los príncipes; y que es la más perfecta en sí misma, ya que descarta toda persona ofensiva o incalificada, de su comunidad, y por lo tanto es purificada de esa escoria y heces con las que están infectados esos monjes, que generalmente hablando, son un conjunto de hombres no eruditos, estúpidos, perezosos, negligentes de sus deberes, y esclavos de sus vientres.

XIX. El confesor les proponga a ellas, y logre persuadirlas a pagar pequeñas pensiones y contribuciones hacia el soporte anual de colegios y de casas profesantes, pero especialmente de la casa profesante en Roma; no las deje que se olviden de los ornamentos de iglesias, velas, vino, y cosas necesarias en la celebración del sacrificio de la misa.

XV. Si alguna viuda transfiere durante su vida su propiedad entera a la Sociedad; cuandoquiera que la oportunidad se ofrece, pero especialmente cuando ella está bajo la enfermedad, o en peligro de su vida, que algunos tomen el cuidado de representar ante ella la pobreza del más grande número de nuestros colegios, de donde muchos ya erigidos difícilmente tienen los cimientos; comprométanla, por una conducta ganadora y argumentos inducidores, a tal liberalidad como (puedan ustedes persuadirla) para dejar un seguro cimiento para su felicidad eterna.

XVI. El mismo arte debe ser usado con príncipes y otros benefactores; porque ellos deben ser conmovidos a creer, que esos son los únicos actos que perpetuarán sus memorias en este mundo, y les asegurará la gloria eterna en el otro mundo.
Capítulo VIII: Cómo las viudas han de ser tratadas, para que ellas puedan abrazar la religión, o una vida devota.

Capítulo IX: Del acrecentamiento de los ingresos de nuestros Colegios.
XV. Sea el confesor constante en visitar al enfermo, pero especialmente a aquellos que se piense estén en peligro; y que los eclesiásticos y miembros de otras órdenes puedan ser descartados con un buen pretexto, que el superior tome cuidado de que cuando el confesor sea obligado a irse, otros lo sucedan inmediatamente, y mantengan a la persona enferma en sus buenas resoluciones. En este tiempo puede ser aconsejable mover a la persona por aprehensiones del infierno, y al menos del purgatorio; y decirle, que como el fuego es apagado por agua, así el pecado es extinguido por actos de caridad; y esas limosnas no puede ser mejor empleadas que para el nutrimiento y apoyo de los tales que por su llamado profesan un deseo de promover la salvación de sus prójimos.

XVI. Finalmente, que las mujeres que se quejan de los vicios del mal humor de sus maridos, sean instruidas secretamente a extraer una suma de dinero, que por hacer una ofrenda de eso a Dios, ellas podrán expiar los crímenes de sus pecaminosos compañeros, y asegurar perdón para ellos.
Capítulo X. Del rigor privado de disciplina en la Sociedad.
Capítulo XI. Cómo nuestros miembros han de comportarse unánimemente hacia aquellos que son expulsados de la Sociedad.

I. Dado que aquellos que son despedidos, frecuentemente hacen muy mucho perjuicio a la Sociedad por divulgar tales secretos como los que ellos han estado en conocimiento; sus intentos deben por lo tanto ser obviados en la siguiente manera. Sean ellos convencidos, antes de que ellos sean despedidos, para dar bajo su firma, y juramento [*la promesa de] que ellos nunca, directa o indirectamente, ni escribirán ni hablarán alguna cosa para la desventaja de la Orden; y los superiores mantengan un registro de las malignas inclinaciones, fallas y vicios, que ellos, de acuerdo a la costumbre de la Sociedad, para descargo de sus consciencias, anteriormente confesaron: esto, si es que ellos nos dan ocasión, puede ser mostrado por la Sociedad, a la nobleza y los prelados, como una muy buena manipulación para prevenir su publicidad.

VIII. Que la mala suerte, e inesperados accidentes los cuales les sucedan a ellos, sean inmediatamente publicados; pero con súplicas de oración de buenos Cristianos, para que el mundo no pueda pensar que nosotros estamos saliendo rápido por pasión: sino que, entre nuestros miembros, sean esas cosas, por todos los medios, representadas en los más negros colores, para que el resto pueda ser mejor asegurado
Capítulo XII. Quién debería ser mantenido, y favorecido en la Sociedad.
Capítulo XIII. Como escoger hombres jóvenes para ser admitidos a la Sociedad y en que manera retenerlos.
V. Sean atraídos, por pequeños presentes, e indulgencias de libertades agradables a su edad, y sobre todo, que sus afecciones sean alentadas con discursos espirituales.
VI. Sea inculcado, que su elección de entre un gran número, en vez de la elección de algunos de sus compañeros de colegio, es una instancia significativa del llamamiento divino.
VII. En otras ocasiones, pero especialmente en exhortaciones, sean aterrorizados con denunciaciones de eterno castigo, a menos que ellos acepten la invitación celestial.
VIII. Cuando más ardientemente ellos deseen ser admitido en nuestra Sociedad, más tiempo debe ser diferido dicho favor, proveyendo al mismo tiempo que ellos parezcan más constante en su resolución; pero si sus mentes parecen estar ondulando, sean usados todos los métodos propios para el inmediato despido de ellos.
Capítulo XIV. De casos reservados, y causas de despido de la Sociedad.
Capítulo XV. De nuestra conducta hacia monjas y devotas.

[Es notado en la copia de pre-publicación de Los Asesinos del Vaticano del cual estos extractos han sido tomados, que una de las páginas está perdida de esta sección de las instrucciones].

Capítulo XVII. De los métodos de hacer avanzar la Sociedad.
I. Que nuestros miembros principalmente se esfuercen en esto, siempre actúen con humanidad, aún en cosas de momentos triviales; o al menos tengan la apariencia de hacerlo así; porque por este medio, ante cualquier confusión que pueda asomar en el mundo, la Sociedad necesariamente siempre acrecentará y mantendrá su terreno.

VII. El favor de la nobleza y clero superior, una vez conseguido, nuestra próxima meta será traer todas las curas y prebendas a nuestra posesión, para la más completa reforma del clero, que hasta entonces vivió bajo ciertas regulaciones de sus obispos, y hacer considerables avances hacia la perfección. Y últimamente, aspiremos a ser Abades y Obispos, la obtención de lo cual, cuando las vacancias sucedan, serán fácilmente logradas, considerando el letargo y la estupidez de los monjes, porque esto tendería enteramente al beneficio de la iglesia.

VIII. Pero si nuestra esperanza en esto fuere marchitada, y ya que necesariamente vendrán ofensas, nuestros esquemas políticos deben ser astutamente variados, de acuerdo a las diferentes posturas de los tiempos; y príncipes, nuestros íntimos, a quienes nosotros podamos influenciar a seguir nuestros consejos, deben ser empujados a embrollarse a sí mismos en vigorosas guerras unos con otros, con el fin de que, nuestra Sociedad (como promotora del bien universal del mundo), pueda por pedido de todos ser solicitada a contribuir en su asistencia, y siempre empleada en ser mediadores de disensiones públicas; por este medio los principales beneficios y privilegios en la iglesia, serán dados desde luego a nosotros como un modo de compensación de nuestros servicios.

IX. Finalmente, la Sociedad debe llevar al efecto esto al menos, que habiendo conseguido el favor y la autoridad de príncipes, aquellos que no los aman al menos los teman

Verdaderamente hay que ver cuanto se oculta bajo una vestimenta religiosa....escalofriante todo lo que la humanidad enfrenta sin enterarse tan siquiera...es hora de despertar y luchar por la verdad !

A continuacion un video en el cual una jovensita judia valiente confronta al papa negro y este cobardemente se niega a rresponder:


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