Kevin Gosztola Traducido del inglés por
El Mundo No Puede Esperar
30 de julio de 2012
Cuando Barack Obama resultó elegido presidente, tanto él como su gobierno planeaban revisar las políticas de detención de Bush y reparar la imagen de EE.UU. en el mundo. Esta estrategia incluía terminar con la tortura, garantizar a los sospechosos de terrorismo el debido proceso, no continuar con las detenciones indefinidas y cerrar la infame prisión de la bahía de Guantánamo en Cuba.
Sin embargo, la estrategia para impulsar las reformas de las políticas de contraterrorismo, que aseguraría el respeto de la ley por parte de los EE.UU. resultaba inadmisible para los republicanos. El gobierno de Obama no tuvo una intención política de crear una contranarrativa al alarmismo de los legisladores del Capitolio. Las opciones para cerrar Guantánamo se han limitado y varias personas que el gobierno sabía que eran inocentes continúan en prisión.
El libro de Daniel Klaidman, Kill or Capture: The War on Terror and the Soul of the Obama Presidency, cuenta esta historia. Mientras que los capítulos del libro que revelan como el gobierno de Obama usa aviones no tripulados para realizar asesinatos selectivos han recibido la atención de los medios, el hilo conductor que recorre todo el libro es el fracaso de la administración Obama para cerrar Guantánamo. Este es el hilo que hace que el libro sea más convincente porque este fracaso lleva al final a la solución pragmática de Obama de aumentar la “lista de asesinatos” para ejecutar en el extranjero a sospechosos de terrorismo.
Tomando “el camino de la menor resistencia”
En los primeros días de Obama en la presidencia el entonces consejero de la Casa Blanca, Gregory Craig, le convenció para que firmase las órdenes ejecutivas que obligaban a la Agencia Central de Inteligencia (CIA) a cerrar su red de prisiones secretas y a cerrar Guantánamo. Craig, un liberal idealista, apoyaba muchas de las demandas de las organizaciones de libertades civiles y derechos humanos que se hicieron en la campaña previa a la elección de Obama. Estas organizaciones le dijeron a Craig que Guantánamo podía cerrarse en 6 meses. Los militares dijeron que necesitarían 18 meses. En un acto de “política de transacción” Craig dio al gobierno un año para cerrar Guantánamo, un plazo que el Secretario de Defensa llamó “ambicioso” pero “acertado”.
Al acercarse el plazo se hacía cada vez más claro que no se cerraría Guantánamo. Obama intentó constantemente ganar tiempo “con la cada vez menor esperanza de que la política pudiera en algún momento cambiar su rumbo”. Se “acercó ligeramente” a la oposición a Guantánamo de los republicanos en el Congreso. Estuvo pasivo y prefirió tomar “el camino de la menor resistencia”. Tenía un jefe de personal llamado Rahm Emanuel que pensaba que el compromiso de Obama para cerrar Guantánamo era más un obstáculo que algo que pudiera ayudarle políticamente.
“A principios de junio (de 2009), Emanuel podía ver que el gobierno estaba perdiendo en el Congreso por el tema de las detenciones”, escribe Klaidman. Se habían aprobado leyes de apropiación en el Congreso y en el Senado restringiendo el traslado de detenidos a Guantánamo. Decidió entonces “frenar las pérdidas de la Casa Blanca” y, sin informar al Fiscal General Eric Holder ni al Departamento de Justicia, negoció un acuerdo con los demócratas del Senado para darle al Capitolio “ un aviso de 45 días antes de que cualquier prisionero fuera trasladado”, siempre que el Congreso levantara la “total prohibición de traslados”.
Holder, según dice Klaidman, tomo interés en el brutal “régimen de interrogatorios” de la CIA que había tenido lugar en prisiones secretas tales como Salt Pit a las afueras de Kabul, en Afganistán. Leyó los informes clasificados que describían como un detenido, Gul Rahman, se había congelado hasta la muerte en su celda después de haberlo “dejado esposado y colgado desnudo de cintura para abajo en una celda oscura y helada”. Quería lanzar una investigación completa pero pensaba que la Casa Blanca no lo aprobaría. Cuando Obama decidió publicar las memorias de los interrogatorios esperaba que “las revelaciones descritas gráficamente en los dictámenes jurídicos provocarían la indignación nacional, replantearían el debate y ayudarían a crear un apoyo en el Capitolio para una investigación”. A comienzos de la primavera de 2009 anunció en la Sala de Situaciones que estaba “contemplando lanzar una investigación por las prácticas de interrogación brutales del gobierno Bush”. Tanto Emanuel como David Axelrod pensaron que la “búsqueda de redención” de Holder era “narcisista y buscaba el auto-engrandecimiento a expensas del presidente”. Surgió por lo tanto una rivalidad entre Emanuel y Holder y, cuando Emanuel fue a escondidas y logró en junio una fuerte oposición entre los demócratas, Holder se puso “furioso”. Sabía que “el final” de Emanuel haría incluso más complicado para el gobierno cerrar Guantánamo.
Parte de esta reacción incontrolable fue un resultado de los planes de administración para liberar y trasladar a uighurs chinos inocentes, separatistas musulmanes que no podrían volver a su país de origen porque si lo hacían se enfrentarían inevitablemente a la persecución. Craig y algunas otras personas en el gobierno de Obama vieron a estos hombres como una oportunidad para “romper el mito de que todos los detenidos en Guantánamo eran terroristas duros y peligrosos”. Pensaron que un pequeño grupo de ellos se podría asentar en los EE.UU. y eso ayudaría a otros países del mundo a ayudar a los EE.UU. a recolocar a los detenidos. Pero un republicano, Frank Wolf, se opuso con fuerza y dijo: “Esos terroristas no solo no se quedarán en prisión sino que serán liberados en nuestros barrios. No deberían ser liberados dentro de los EE.UU. ¿Se dan cuenta los miembros de lo que estas personas son?
Este artículo apareció originalmente en el blog The Dissenter
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