Fue una de las relaciones más extraordinarias de la II Guerra Mundial. Una historia que, hasta hoy, apenas se había contado. Felix Kersten, el médico de Himmler, estaba sólo y sin armas y vivía prácticamente como un prisionero, pero logró obligar al Reichsfuhrer a que engañara y mintiera a Hitler. Semana tras semana, mes tras mes, el médico salvó a miles de personas de los campos de exterminio nazi. Al final de la guerra, espió para los aliados, negoció tratados de paz y desvió convoyes enteros de prisioneros hacia el asilo en Suiza. Y Himmler había llegado a depender totalmente de él..
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