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lunes, 1 de febrero de 2010

Amar a los pueblos no excluye oponerse a quienes los maltratan y malrepresentan



Dios salve a América




Lo poco que oí sobre el partido de baloncesto olímpico del pasado domingo (y no lo digo con desdén: es, sencillamente y sin más historias, que no me vino bien prestarle atención, y no lo hice) confirmó mi ya arraigada conclusión de que muchos españoles tienen un problema psicopatológico con EEUU. Por un lado, aceptan todo lo procedente del imperio (cine, televisión, música, moda, lenguaje, fetichismo) con reverencia evidente, patéticamente lacayuna; por otro, sostienen que no lo soportan, e incluso que lo desprecian. “¡Venga, a por esos yanquis!”, clamaba un locutor radiofónico enardecido, al borde del infarto, como si los Gasol y compañía tuvieran el encargo patrio de vengar las afrentas de Cuba y el hundimiento del Maine.

Esa ambivalencia (“ambibalancia”, que dirían Les Luthiers) puede llegar a extremos cómicos: hace años me tocó ver cómo buena parte del nutrido público de un bar madrileño, que había asistido sin pestañear a la actuación musical de un señor de Nashville (en inglés, of course), se mosqueaba al aparecer acto seguido un cantautor catalán. “¡Coño, por lo menos que le pongan subtítulos!”, exclamó un parroquiano.

Imagino que mi desagrado ante esas cosas proviene de que veo el espectáculo justo desde la acera de enfrente. Admiro y respeto las expresiones culturales variadísimas de los muchos pueblos que habitan en los EEUU (de hecho colecciono algunas de sus muestras, en la medida en que puedo), pero odio que la maquinaria del star system estadounidense, con la ayuda de sus cómplices locales, se vaya cargando día a día, implacable, las raíces culturales de quienes merodeamos por este rincón del globo.

Ambas actitudes no sólo son compatibles, sino incluso complementarias. Amar a los pueblos no excluye oponerse a quienes los maltratan y malrepresentan. Se puede estar fraternalmente del lado de la buena gente de los EEUU y, a la vez, no soportar a los Bush. Por las mismas razones.

En suma: que si a mí me dicen “¡Venga, a por esos yanquis!”, sospecho que están tratando de manipularme. Sobre todo cuando quien nos jalea está a sueldo de una multinacional que tiene infinitos lazos con el imperio.
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(Aparecido en Público el 27 de agosto de 2008)
http://www.javierortiz.net/jor/dedo/dios-salve-a-america

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