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lunes, 1 de diciembre de 2008
El alza de intereses en Japón podría ser el acabose financiero mundial
por Helga Zepp–LaRouche
No obstante las ilusiones de los pequeños inversionistas a los que llevan como reses al matadero a especular con su dinero en los mercados bursátiles, y pese a la insistencia de numerosos analistas financieros de que la decisión del Banco Central de Japón de elevar las tasas de interés, de 0,25 a 0,50%, no afectará mucho el llamado “acarreo de yenes”, el hecho es que esta alza sí tendrá repercusiones tremendas para el sistema financiero mundial, y hasta podría causar su derrumbe.
“No hay nada en el sistema financiero mundial que no esté conectado con el acarreo de yenes”, comentó un banquero europeo. Hay entre 500 y 600 mil millones de dólares en inversiones fuera del Japón, producto del acarreo de yenes baratos. Si el yen empieza a subir ahora debido al alza de intereses, el efecto sería mucho mayor que lo que representa el aumento a 0,50%. Los más beneficiados por el acarreo de yenes son los grandes bancos, los fondos especulativos y los fondos de inversión de capitales, cuyo negocio de derivados en épocas recientes ha llevado a un aumento escalonado en todos los segmentos del mercado mundial. La burbuja gigantesca de la economía tiene que hincharse, es decir, tiene que generar ganancias, y esto requiere un flujo constante de liquidez. Al momento en que estas corrientes de capital empiecen a fluir en dirección contraria por cambios en los tipos de interés y de cambio, el pánico resultante y la aglomeración de riesgos entrelazados podrían causar la desintegración del sistema.
¿Quién tiene la culpa?
Hay un concepto erróneo muy difundido, de que detrás de las “langostas financieras” —que se llevan la mayor tajada del acarreo de yenes y que ahora acaparan todo lo que tienen a la vista, incluyendo las Mittelstand (pequeñas y medianas empresas de Alemania)—, de algún modo acechan “Estados Unidos” y “Wall Street”. De hecho, sí tienen parte; pero, como la revista The Economist informó en un artículo titulado “Revive Britania: Un informe especial sobre Gran Bretaña”, que apareció en su edición del 3 al 9 de febrero de este año, la City de Londres hace alarde de que es el centro financiero más importante del mundo, por lo que el Imperio Británico ha resucitado en la forma de la “globalización”.
Y Londres no es la ciudad capital de una nación común y corriente, sino también de la Mancomunidad, a la que pertenecen las islas Caimán, Bermuda y las Bahamas. Según la autoridad financiera de las Caimán, CIMA, de 9.000 fondos especulativos que hay en el mundo, 7.481 tienen su domicilio legal en las Caimán, una dependencia de la Corona británica. Estos mercados de ultramar no están sujetos a la supervisión o regulación de ningún banco central o gobierno. En 1993 fue aprobada la “ley de Fondos Mutuos”, la que simplificó el establecimiento o registro de fondos especulativos en un sistema desregulado. El propósito era que las islas Caimán —que ya eran, desde el principio de la economía de burbuja y el establecimiento del mercado de eurodólares, una fuente para la creación desmedida de crédito— fueran un eje aun más crucial de la “industria financiera”.
Ya a partir de mediados de los 1990, a los fondos especulativos les dijeron que obtuvieran su personería jurídica en las Caimán, donde podrían operar al margen de las leyes y regulaciones nacionales. Así, los fondos especulativos obtuvieron la mayor tajada del sistema financiero británico. Con el pasar del tiempo los bancos, que al principio eran la fuente principal de crédito para los fondos, fueron consolidándose con los mismos, los cuales, con la absorción de otras empresas, explotan y saquean la riqueza de muchas naciones.
Cómo operan los fondos langosta
Según un informe emitido por la firma consultora McKinsey & Co. en enero de este año, Wall Street y EU están perdiendo terreno frente a Londres como el centro de las finanzas mundiales. Y esto es un asunto de montos demasiado grandes. El Banco de Pagos Internacionales señala que hay en circulación 370 billones de dólares en derivados no regulados. La mayoría de los derivados son los de tipos de interés, que ascienden a 262 billones de dólares, de los que Londres maneja 34%, y Nueva York y Chicago 24%. La tercera categoría más grande de derivados son los de divisas extranjeras, de los que Londres maneja 49% y Nueva York solamente 16%. Y estas burbujas crecen a un ritmo tan descabellado, que sus activos aumentaron cerca de 63% en Londres en 2006, mientras que en EU “sólo” aumentaron 13%.
Pero nadie, ni gobierno ni banco central, sabe la verdadera magnitud de las actividades de las “langostas financieras”, que le chupan la savia a importantes empresas industriales y las dejan en la ruina. Varios se quejan de la falta de transparencia en estas transacciones, entre ellos el ministro de Finanzas de Alemania, Peer Steinbrück. Si uno suma el enorme saqueo que llevan a cabo estos “ladrones y pillos”, como les llamó un dirigente sindical de la GBM británica, no es de sorprender que los Gobiernos de Gran Bretaña y EU se opongan, hasta la fecha, a cualquier intento por regular a este monstruo depredador.
Cuando el dirigente socialdemócrata alemán Franz Müntefering primero llamó “langostas” a los fondos especulativos y de inversión de capitales a mediados de 2005, la prensa financiera internacional cometió el absurdo de acusarlo de antisemita. Desde entonces, han creado el mito de que Alemania, por declaraciones como ésta y por sus reiteradas demandas de que haya transparencia y hasta regulación, ha causado un daño irreparable. En realidad ésta es una calumnia velada que han puesto en circulación círculos financieros internacionales, del tipo que describe John Perkins en su libro Confesiones de un sicario económico, mismo que vale la pena leer.
El hecho es que la piratería desalmada de las langostas no sólo ha causado pérdidas enormes de propiedad pública, sino que la codicia desmedida de los especuladores los lleva a tomar riesgos que representan el peligro más grande que haya enfrentado el sistema financiero mundial en mucho tiempo. El creciente volumen del acarreo de yenes, respaldado por el ascenso de los fondos especulativos, podría causar que explote el sistema en cualquier momento. Las langostas, con sangre fría, aprovecharían el hecho de que las tasas de interés no fluctúan por la oferta y la demanda, sino que las fijan los bancos centrales. Desde que Japón cedió a las demandas de Washington y Londres de mantener sus tasas de interés al mínimo, por años la política efectiva ha sido la de cero interés, lo que permitió que estallara una espiral especulativa debido a la inyección de liquidez en varias burbujas con el acarreo de yenes. Pero ahora que ocho miembros de la junta gobernante del Banco Central de Japón han mostrado más interés en la estabilidad del yen que en la reacción en cadena potencial que desataría este aumento en las tasas, las cosas van a cambiar.
En septiembre de 1998, resultado de un incumpliento del Estado ruso en agosto de ese año, el fondo especulativo LTCM, a la sazón el más grande del mundo, quebró, lo que a su vez amenazó con echar por tierra a todo el sistema financiero mundial, como reconoció el Banco de Pagos Internacionales en un informe anual. Sólo por la intervención de los 16 principales bancos del mundo, que juntaron un fondo de rescate de más de 4 mil millones de dólares para el LTCM, con lo que estabilizaron más de 100 mil millones de dólares en derivados, pudo salvarse al sistema del acabose.
A partir de entonces, el número de fondos especulativos y la magnitud de su saqueo han crecido de forma desmedida. El sistema financiero mundial y sus bancos, que están endeudados hasta el cuello, son hoy un campo minado y, literalmente, miles de esas minas estallarán, lo que causará un superderrumbe. De allí que, por ejemplo, una guerra contra Irán sería un golpe mortal al sistema financiero y sumiría al mundo en el caos. No puede descartarse que un sector de la oligarquía financiera vea eso como la única forma de mantener su control, y de impedir que los desplacen aquellos a favor del bien común.
Un Nuevo Bretton Woods, ¡ya!
Tan sólo hay una salida: un Gobierno de Estados Unidos libre de Dick Cheney y George W. Bush que, junto con Rusia, China e India, ponga sobre el tapete la propuesta de Lyndon LaRouche de establecer una nueva arquitectura financiera mundial en la tradición de Franklin Delano Roosevelt, cosa que ya se discute en el Congreso estadounidense. Los fondos especulativos y de inversión de capitales, y sus activos virtuales, no tendrían cabida en un nuevo sistema semejante. La mejor forma en que las naciones de Europa y América podrían actuar en aras de su interés propio, sería ayudar a que este Nuevo Bretton Woods se haga realidad.
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