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sábado, 12 de julio de 2008
Clientes para todos los gustos
Clientes para todos los gustos. Bajo este titulo salio publicado el siguiente el articulo en el diario La TRibuna de Marbella, en su edición del pasado dia 07 de Julio de 2007.
‘taxi Driver’ Compartimos una noche con los conductores
El taxista con el que decidimos hacer un recorrido el primer sábado de julio, dista mucho del protagonista de la película. Se llama Salva García Biedma y trabaja con su propio taxi desde hace más de un año y tiene tanta candidez como paciencia infinita. Licencia 105. Iniciamos nuestra andadura a las doce de la noche, aunque su jornada terminará ya de mañana.
La primera pareja que se sube son dos mujeres que desean ir hasta el NH desde la parada de la cafetería Marbella. A esa hora sobre todo esperan familias y gente de mediana edad que acaba de cenar. Tardamos menos de diez minutos en realizar el servicio. Pagan 10 euros, tarifa nocturna. No hablan español pero se despiden en nuestro idioma.
Peligro: clientes
Siguiente servicio: llamada desde Sierra Blanca. Se sube una pareja que desea hacer el trayecto hasta el restaurante de Olivia Valere. El cliente comienza a dar indicaciones al taxista en un entramado de calles enrevesado plagado de mansiones. Otra de las dificultades del gremio en Marbella. Acto seguido le pregunta al conductor si sabe inglés. Éste contesta un “no” en tono cortés, el pasajero responde de forma despectiva “perfecto” en castellano. A continuación comienza a farfullar que piensa presentar una reclamación porque la centraliza de taxisol no paraba de comunicar. Gajes del oficio. Pagan 13.70 euros, se despiden, se bajan y el conductor les da las "gracias" en español. El taxista me comenta que muchas veces es mejor no confesar que se habla otro idioma…
Paradas conflictivas
Volvemos a la cafetería Marbella. Comienza a haber una cola considerable y más problemas. Podemos ver cómo un señor mayor se encara con una joven inglesa a la que empuja para evitar que se introduzca en el taxi que está delante del nuestro.
El mismo caballero obliga a una familia a escoger el primer vehículo y en seguida se dirige hacia nosotros. Se acerca a la ventanilla del conductor, portando en la pechera una tarjeta de identificación de no se sabe qué. De forma aturullada nos comenta que la gente ha comenzado a pelearse haciendo la cola en la parada y que hay que marcharse rápidamente. Mientras la joven con la que antes discutía se sube con un amigo por la puerta de atrás. El hombre extraño desaparece. La parada está en calma. Ni rastro de la policía local. Los jóvenes son educados, hablan inglés y cuando llegamos a Puerto Banús pagan religiosamente 12,37 euros.
En el impás, García Biedma me confiesa que existen ciertas contradicciones en la tarifa por la ordenación del municipio. Cuando llegamos a Banús hay una cola de taxis, que no de clientes, descomunal, pero a la una de la madrugada se alivia en menos de cinco minutos. Por tanto, no hay tiempo para charlar con los compañeros, beber agua o estirar las piernas.
Urbanizaciones, laberinto
La policía se encarga de que los conductores mantengan el orden y se sitúan en la cabecera de la hilera, más cercanos a la barrera que a la parada. Hay tres parejas de municipales que contemplan el trasiego de las hordas de jóvenes ingleses que a esa hora pueblan la entrada del recinto náutico.
De nuevo se sube una pareja que solicita llegar hasta una urbanización cerca de La Quinta. El taxi recibe entonces una llamada al área próxima de Las Brisas. El conductor me comenta que este enjambre de calles complica siempre las cosas pero más cuando es de noche.
Gastamos tiempo y gasolina, pero Miguel no se queja, ayer ganó 400 euros limpios de gastos. No siempre es así, hay días que no llega ni a los 60.
Le cuesta orientarse pero finalmente encuentra la dirección en la que recogemos a un cliente que sale de una gran casa. Viste de forma corriente pero pide que le lleven al Casino. Indica que el aire acondicionado le sienta mal, mientras recuenta sus billetes sonoramente en el asiento de atrás. Es extranjero pero quiere conversación en castellano. Llegamos, paga y se despide. Sin problemas.
El taxista me cuenta que la otra noche recogió a una pareja de amigos del Hotel Don Carlos que querían ir a uno de los prostíbulos más conocidos de Marbella. Traían el nombre aprendido. Es uno de los servicios, junto con el del aeropuerto, más solicitados y seguros para el gremio, también en invierno. Los clientes lo recompensan y no hay distinción entre golfistas, hombres de negocio o residentes.
Confidentes de los turistas
El hermano de Salva, Miguel también taxista, relata que los conductores reconocen también que el cliente de alto nivel se ha ido extinguiendo (“no se ve la gente de antes”), que el peor ambiente del puerto ahuyenta a visitantes y a familias (“las prostitutas atacan incluso a los hombres que van del brazo de su mujer”).
En el taxi están acostumbrados a escuchar historias, y saben mejor que nadie lo que desean residentes y turistas de nuestra ciudad: “no han perjudicado tanto los ecos de la corrupción como la falta de limpieza y seguridad”. A veces, lidian con situaciones más que delicadas; la noche termina con el susto del taxista que debe llamar a la policía. Uno de los usuarios es detenido por agredir a la chica que le acompaña, antes de hacer la carrera. García Biedma asegura que no tiene miedo; ni discute ni se mete en líos, incluso cuando no le pagan. Una vez llevó a un cliente bebido al que le faltaba la cartera hasta Sotogrande. Le esperó 20 minutos, pero está claro que no regresó para saldar su deuda.
jueves, 10 de julio de 2008
La odisea del taxi en Marbella
Esta entrevista apareció publicada en el Diario La Tribuna de Marbella el pasado día 08 de Julio, ante la masiva petición por parte de los compañeros de conocer esta información, publicamos integramente dicho articulo.
Reportaje y entrevista
Entrevista Juan Torrijos, presidente de Taxisol
La odisea del taxi en Marbella
Conductores pirata y la seguridad en las paradas, principales problemas
Por Estefanía Contreras
Última actualización 07/07/2008@00:53:39 GMT+1
Juan Torrijos es el presidente de Taxisol. Hace tres semanas desconvocó una huelga que el sector quería secundar en la ciudad. Sólo pudieron evitarla las promesas del equipo de gobierno sobre el control de los conductores pirata, convertidos en plaga, y la vigilancia en las paradas. Los afectados decidieron contener un paro que sin duda, habría tenido serias consecuencias para el sector turístico en plena temporada alta. Un recurso siempre arriesgado.
De hecho la menor afluencia de turistas ha solventado problemas históricos para los usuarios como las interminables colas en lugares tan céntricos como la cafetería Marbella o puntos negros del servicio, que ahora gozan de cierta popularidad, como las paradas de Puerto Banús.
Hay 308 licencias de taxi en Marbella y de ellas dependen 2.000 familias. Tener una cuesta 60 millones de las antiguas pesetas, sin contar el vehículo. Se puede amortizar en nueve o diez años si se trabaja duro en verano y en invierno más de doce horas al día. Parece que en este gremio trabajar cuesta dinero, pero los conductores dicen que es un trabajo para toda la vida. Aunque más de uno cambiará de opinión con los precios que podría alcanzar el gasóleo; llenar el depósito diariamente de un coche que trabaja día y noche cuesta 80 euros.
Torrijos explica que el descenso en los visitantes se ha apreciado claramente en el mes de mayo, pero lo que ha sucedido en julio es preocupante. “Un descenso impresionante. Estamos ciertamente inquietos. Se nota tanto de día como de noche, pero más de mañana. Eso de las colas sucede en momentos puntuales como con el tema de la Eurocopa, en domingo. Los días que realmente se está trabajando son los viernes, sábados y domingos. Tenemos un 30 por ciento menos de recaudación”.
Los fines de semana hay problemas para encontrar un taxi, también entre los propios clientes. Entonces, ¿queda en el alero dotar a la plantilla de un número mayor de licencias? El fondo del asunto reside en el descenso de turistas en temporada baja y en el entendimiento al que se ha de llegar con el Gobierno andaluz. “Trabajamos dos meses increíbles en verano, pero luego llega el invierno y si aumentamos plantilla, ¿qué hacemos con los conductores en invierno cuando ya tenemos dificultades para ganar 50 euros diarios? Debemos llegar a la solución de las licencias temporales como en Cataluña. Hemos tenido conversaciones con la alcaldesa, Ángeles Muñoz con respecto a este asunto y hay buena predisposición”. La misma que se pretende para solventar la lucha contra el intrusismo y la mejora de la seguridad de las paradas.
De momento, Torrijos desea dar una tregua al Ayuntamiento para ver si las condiciones mejoran y no hay que ir a la huelga…
Cada verano es lo mismo. Todo comienza en el aeropuerto, que es la gran golosina para el que se decide a usar su propio coche y sacarse un sueldo extra engañando a los “guiris”. Estos conductores oscuros ofrecen de todo menos garantía, pero tienen la virtud de aparecer siempre en el momento adecuado y en el lugar propicio, saturado de público. Visten con ropa muy informal y conducen vehículos bastantes modestos que pasan desapercibidos. Sus coches no están identificados, no poseen tarifas, ni taxímetro y es posible que tampoco posean ningún tipo de seguro. Muchos de ellos hablan inglés con fluidez o son extranjeros que captan a sus congéneres para repartirlos por toda la Costa del Sol. “Ahora hay una banda de brasileños que trabaja con sus coches en Puerto Banús. El otro día casi hubo un conato de reyerta en la parada entre ellos y los taxistas asalariados”.
En Marbella la estafa es de lujo. Ahora los problemas vienen representados por los coches de abono, vehículos de alta gama que poseen algunas empresas que hacen este tipo de servicios contratados previamente por hoteles o grupos. Aprovechan los trayectos vacíos de vuelta para captar a pasajeros de las paradas de taxis. Una práctica completamente ilegal, pero que representa el mayor obstáculo que tienen los taxistas locales actualmente. “Los empleados de los hoteles llegan a acuerdos con estos conductores y se llevan un tanto por ciento. Claro, que el visitante paga de más sin enterarse. La única solución es presionar con la vigilancia y las preguntas de la policía para que no nos quiten el trabajo, y para que el cliente no pague el pato y no sea estafado en beneficio de las personas que trabajan en la conserjería”.
Al presidente de los taxistas no le falta razón; esta primavera los conductores decidieron interrumpir el servicio que prestaban a la puerta del Hotel Don Pepe por esta razón. “Sólo hay que ir por las noches al Nicki Beach para ver cómo trabajan estos coches en la puerta a partir de las tres de la mañana. Si se tiene ganas de trasnochar es cuando se ven las prácticas que soportamos los trabajadores del taxi”. Y le tomamos la palabra...