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miércoles, 16 de enero de 2008

Transición... ¿hacia dónde?



Ensordecidos por el ruido de la Noche

Apenas estamos, o creemos estar, en el inicio de una transformación que, según la publicidad estentórea, nos conducirá al reino de la democracia. Inmersos en los procesos sociales como los peces en el mar, tales cambios, como muchos otros, nos resultan imperceptibles. Por todos los medios posibles, especialmente los electrónicos, se dice que la transición a la democracia avanza a paso veloz. Se nos ofrecen pruebas. Se nos dice que nunca antes el hermano de un expresidente habia sido enjuiciado y encarcelado en una prisión de alta seguridad, o bien, que nunca antes se habían realizado elecciones tan confiables como las realizadas en los últimos años, en las que los llamados partidos de oposición han obtenido gubernaturas, diputaciones, senadurías y presidencias municipales, a pesar de los esfuerzos del partido de Estado por mantener lo que antes se llamaba el "carro completo".

Estos signos visibles de apertura "democrática" aparentemente confirman la visión optimista de que "ahora sí" vamos por el rumbo correcto. Sin embargo, otras voces, la mía incluida, pensamos que no debemos festejar anticipadamente el tránsito a una democracia tan tímida, tan frágil, tan inconsistente. En efecto, ¿es posible hablar de democracia en una sociedad donde los niveles de extrema miseria, de desempleo, de analfabetismo real y funcional, resultan verdaderamente alarmantes? Tras la fachada de una nueva cultura política, según se nos anuncia, ¿no se esconde acaso una sociedad temerosa, manipulada y controlada por los mismos que, de presentarse primero como "tapados" o agresivos "precandidatos", llegan a ser después cómplices de una política económica impuesta por el Fondo Monetario Internacional o por el Banco Mundial; es decir, por el "poder del dinero", para enriquecer más todavía a quienes supuestamente administran el "dinero del Poder"?

Gracias al contubernio -mayor o menor- que se da entre los medios de información masiva y el PRI-gobierno, se nos ofrece la imagen de un proceso democratizador en el que verdaderamente hay avances sustanciales hacia un gobierno "del pueblo, por el pueblo y para el pueblo", en el cual, verdaderamente, radica la soberanía, según el artículo 39 de nuestra Constitutución.

Sin embargo, las voces que nos dejan escuchar, y los rostros que se ofrecen a nuestra mirada, por prensa, radio o televisión, ¿no son, acaso, en términos generales, las voces y los rostros de quienes habitan el penthouse del Poder? En esas alturas, ni se ve ni se oye a los millones de personas que, no sólo en este país, se debaten, luchan, se esfuerzan día tras día, por conseguir un empleo. No, ciertamente, un puesto ejecutivo, sino un trabajo modesto, para no tener que emigrar del campo a la ciudad: o bien, de la vorágine urbana a otro país que, con mayor y mayor frecuencia, levanta muros más infranqueables que los simbolizados en aquella vieja y oxidada "Cortina de hierro", cuya caída estrepitosa, en 1989, significó también el derrumbe de la esperanza en la alternativa "socialista".




A pesar de signos tan desesperanzadores, desde distintos puntos del globo, se recrudece la crítica a este sistema engañoso, mentiroso, llamado neoliberalismo. Una de esas voces críticas (a quienes José López Portillo llamó "profetas del desastre") es la de Viviane Forrester, ensayista francesa, la cual, en su libro L'horreur économique (El horror económico) ha expuesto las máscaras bajo las que se oculta el "poder del dinero", un poder cada vez más concentrado en unas cuantas manos y que siembra por doquier miseria, opresión, y una guerra despiadada por la conquista de los "mercados":

Vivimos -dice ella- en el seno de un engaño descomunal, al interior de un mundo ya inexistente que políticas artificiales pretenden perpetuar. Nuestros conceptos de trabajo y, por tanto, de desempleo, alrededor de los cuales gira (o pretende girar) la política carecen de substancia: millones de vida son arrasadas, millones de destinos son aniquilados por este anacronismo... (En tal situación) el conjunto de los seres humanos es cada vez menos necesario al pequeño grupo que dirige la economía y detenta el poder... (Forrester, 1996: 9-10).

A lo largo de sus páginas va mostrando los efectos de un sistema económico-político que nos va convirtiendo, a todos los seres humanos, en reservas inútiles que ya ni siquiera serviremos para ser explotadas como fuerza de trabajo, pues el desempleo es ahora el destino no para los ancianos jubilados, sino para millones de jóvenes egresados de las universidades más prestigiadas del mundo; pues lo que Forrester pone bajo la lupa de su análisis, es el autodenominado G-7 o "grupo de los siete". Los "siete" países más industrializados y poderosos de la Tierra. Y ahí, millones de personas -hombres y mujeres- tienen ahora como único trabajo el andar a caza de un empleo inexistente. Excluidos del mismo sistema que los ha engendrado, ya ni siquiera "merecen vivir" En la práctica han perdido el derecho a una vida digna. Es decir, a la vida... Con verdadera angustia, teme Forrester que así como el sistema de explotación (capitalista o socialista) dio lugar a otro de exlusión (neoliberal), éste, a su vez, en un futuro incierto, pase de la exclusión a la eliminación genocida.

Por más que los medios del poder (con todo el poder de los medios de desinformación masiva) aununcien o prometan una pronta recuperación económica (y por tanto, empleos justamente remunerados, entre otras cosas), Forrester muestra de modo fehaciente que en el "flexible mercado del trabajo" globalizado, mundializado, transnacionalizado, la oferta de un empleo digno está cada día más lejana. En esta situación, los cazadores de empleo se pelearán cualquier trabajo y aceptarán cualquier salario, no importa qué tan bajo sea (Ibid., 131-133).

A medida que se desarrolla el proceso globalizador, todo está en contra de quienes han perdido vivienda, empleo, seguridad, autorrespeto. ¿Puede afirmarse, desde esta perspectiva, que, efectivamente transitamos a una democracia? ¿O será a ésa que se ostenta como paradigma de todas las democracias, la del American way of life, la del "único país con estatura moral" -según Bush-, la de la "única nación indispensable" -según Clinton? Tal vez sí, gracias, sobre todo, a nuestra situación de país subordinado. Pero resulta que en este paraíso de la democracia bipartidista, "el trabajador que pierde su trabajo, imperiosamente debe recuperarlo lo más pronto posible. Los subsidios de desempleo sólo representan una parte mínima de su salario original. Y únicamente se otorgan durante seis meses, cuando mucho. No cubren ninguna ayuda social (para vivienda o educación). En pocas palabras, [el sin empleo] se encuentra desnudo y condenado a vivir con sus propios recursos". [Pero, ¿cuáles?]. "En consecuencia, debe encontrar y aceptar cualquier empleo, aunque no corresponda a lo que busca". Y lo más grave del asunto es que, "para los trabajadores no calificados, frecuentemente es muy difícil encontrar empleo, aunque sea mal pagado" (M. Phelps, cit. por Forrester, op. cit., 134).

Pesadilla neoliberal, sueño zapatista

Por tanto, de acuerdo con los análisis y los modelos macroeconómicos, realizados entre otras instituciones citadas por Forrester, por el Banco Mundial o la OCDE, lo que sobra en el planeta no son empleos, sino buscadores, cazadores de empleo. No democracia, pues, sino plutocracia. Nuestra propia experiencia mexicana nos muestra qué es lo que los sin-trabajo inventan para sobrevivir, en lo que llega "la democracia que viene", made in USA. Lo hemos visto y lo vemos todos los días, en nuestras calles, sobrepobladas de ancianos, mujeres y niños: limosneros, payasitos, saltimbanquis, vendedores de fruslerías que se pelean por una esquina, por un pedazo de banqueta... Aunque los más arriesgados se convierten en asaltantes de autobuses o de peatones, robacoches, o bien en vendedores de droga, "guardaespaldas" de ricos o de políticos, "guardias blancas", "paramilitares"... o "escuadrones de la muerte". Suman millones los subempleados sobre los que descansa y se apoya un sistema podrido que los excluye, incluyéndolos, sin embargo, en tareas sucias, abyectas o sin sentido -como la de Sísifo- y que, en un futuro tal vez no muy lejano, invente nuevos métodos de aniquilamiento masivo, más eficaces que los de Fujimori, aunque tal vez menos escandalosos, al estilo Hitler o Stalin. ¿Será ése el tipo de eliminación por el que se interroga con angustia Viviane Forrester?

Por si esto no bastara, en México también contamos con tres grandes aparatos que sirven de apoyo al sistema de partido de Estado (PRI): uno sirve para manipular y controlar al proletariado urbano, a los obreros, otro controla y manipula a indios y campesinos, y el tercero al resto de trabajadores urbanos. El primero se llama Congreso del Trabajo, y agrupa a miles de sindicatos "charros", el segundo recibe, entre otros nombres, el de Confederación Nacional Campesina, Central Campesina Independiente... y Congreso Nacional Indígena. Por último, el que se encarga de "acuerpar" a trabajadores de todo tipo -desde doctores en Economía o en Ciencias Físicas, hasta boleros o prostitutas y flamantes empresarios de organismos tales como COPARMEX, CANACINTRA o CONCANACO-, recibe el nombre de Confederación Nacional de Organizaciones Populares. Este sistema corporativo, fascista, es el que detenta el poder desde 1929, y fue el que sustituyó al porfiriato, la dictadura liberal de Porfirio Díaz, derrotada por quienes se levantaron en armas en 1910. Entre otros, Madero, Carranza, Obregón, Zapata y Villa... Una vez eliminados Zapata y Villa, entre otros, Plutarco Elías Calles aglutina en un partido único a quienes, desde hace tiempo, se conocen como fundadores del actual "priato".

Por esta razón, para que se diera una verdadera transición a la democracia sería necesario desmontar, pieza por pieza, esa enorme maquinaria de represión, de manipulación y de control (llamada también PRI-gobierno), con objeto de implantar un auténtico Estado de derecho, en el que los gobernantes, como dicen los zapatistas de Chiapas, "manden obedeciendo", en estricto apego al artículo 39 constitucional, que a la letra dice:

La soberanía nacional reside esencial y originariamente en el pueblo. Todo poder público dimana del pueblo y se instituye para beneficio de éste. El pueblo tiene, en todo tiempo, el inalienable derecho de alterar o modificar la forma de su gobierno.

Precisamente con base en esta norma constitucional, el 1o. de enero de 1994, los indios tzotziles, tzeltales, choles y tojolabales de los Altos y de la Selva chiapaneca decidieron levantarse en armas, para "restaurar la legalidad y la estabilidad de la Nación deponiendo al Dictador" (EZLN, Documentos y comunicados (1), 1994: 35).

Ante la gravedad de la situación global, denunciada, desmenuzada, rigurosamente documentada, expuesta por Viviane Forrester, y para la cual ella no encuentra solución, mientras no se modifique el Sistema político-económico, el Ejército Zapatista de Liberación Nacional -cuyos integrantes sufrieron en carne propia el hambre y la extrema miseria impuesta por sucesivos gobiernos explotadores y corruptos-, desde el corazón de la Selva Lacandona lanzó un YA BASTA cuyos ecos se han ido expandiendo por el mundo, a medida que crece la conciencia de la humanidad, a medida que se va descubriendo el proyecto global surgido desde las entrañas del neoliberalismo, en el cual no sólo no tienen solución los problemas de la extrema miseria, sino que, todavía peor, la solución final pareciera ser la misma que descubrieran Hitler y Stalin, entre otros, para deshacerse de millones de seres humanos "indeseables": unos seis millones en los tristemente famosos campos de exterminio nazis y más de 70 millones en los gulags soviéticos.

Mientras se llega a esta 'solución final', en México se nos ha venido prometiendo que -ahora sí- transitaremos a la democracia. Sin embargo, debemos recordar cómo nuestros gobiernos están acostumbrados a quebrantar sus promesas y deshonrar su palabra. Así, a todos los mexicanos se nos ofreció que habría ya (en 1996) una profunda reforma de Estado, negociada entre todos los partidos políticos. Después de casi dos años de negociaciones cuasi secretas, mientras se entorpecía el diálogo entre el EZLN y el gobierno federal, en San Andrés, los negociadores de Bucareli dieron a luz sólo una tibia reforma electoral que, en el momento de ser sometida a votación en la Cámara de Diputados, únicamente fue aprobada por la mayoría priísta. Asimismo, desde enero de 1994, a los sublevados zapatistas se les ha prometido, una y otra vez, que se atenderían sus demandas mediante el diálogo. Hasta llegó a firmarse un primer convenio el 16 de febrero de 1996 -los llamados Acuerdos de San Andrés-, sobre Derechos y Cultura indígenas, cuyo contenido desconoció posteriormente el gobierno, a la hora de que tales acuerdos adquirirían fuerza de ley. Ante la falta de seriedad gubernamental, que puede considerarse como una auténtica traición, los zapatistas se retiraron de la Mesa del Diálogo, desde junio de ese mismo año.

Aparentemente, pues, desde 1994 hasta la fecha (octubre 1999), la táctica gubernamental es la misma que utilizó Fujimori en Perú: fingir un diálogo, mientras se prepara el ataque aleve, traidor, que dará muerte a los interlocutores. Tal es la sospecha que ha cundido también en la sociedad civil y en las filas del EZLN, sobre todo en fechas recientes cuando el Ejército federal se ha dedicado a hostigar inmisericordemente a decenas de comunidades indígenas, sobre todo en las Cañadas de Chiapas. Mientras el gobierno mexicano, desde la Secretaría de Gobernación, invita al diálogo, sólo verbalmente, en los hechos cotidianos va tejiendo una red en la cual atrapar a quienes ha llamado, desde 1994, "profesionales de la violencia".

Al respecto, y a propósito de la traición de Fujimori, conviene recordar lo que el subcomandante Marcos comentó en uno más de sus numerosos comunicados, fechado el 25 de abril de 1997, pues en gran parte es similar al plan estratégico que se está llevando a cabo, más lentamente, eso sí, en las montañas del sureste mexicano, desde donde Marcos escribe:

El gran Poder internacional decidió un nuevo crimen en tierras latinoamericanas... Ustedes recuerdan que se buscaba resolver el problema sin violencia. Pero a tiros entraron los militares. "Operación limpia", dicen los noticieros. Y describen un Fujimori sonriente y feliz. Y, muy por encima de él, sonríen también los poderes supranacionales que dieron la orden de aniquilamiento...

Se apresuran en sonreír Fujimori y sus patrones. Apresurado fue también el beneplácito de Zedillo. Todavía falta mucha historia por escribir...

¡Y pensar que hay quien dice que debemos esperar no un ataque, sino el cumplimiento a los acuerdos que firmó el gobierno! (La Jornada, abril 30, 1997).

No son necesarias grandes dotes interpretativas para "leer" el mensaje implícito en el llamado fujimorazo. Pero no sólo desde las tierras peruanas nos llegan signos ominosos que van en contra de la "transición a la democracia". En nuestra propia Patria se está llevando a cabo una guerra de baja intensidad (GBI), una verdadera guerra sucia, no sólo en contra del pueblo chiapaneco, sino de todo el pueblo mexicano.

De acuerdo con el Centro de Derechos Humanos Fray Bartolomé de las Casas, (CDHFBC) en una denuncia precisa y documentada que lleva como título Ni paz ni justicia (1996), lo que ocurre en el norte de Chiapas (por lo menos a raíz del levantamiento armado) puede interpretarse claramente a la luz del Manual de Guerra Irregular utilizado por el ejército mexicano, para combatir lo que actualmente se considera "movimientos subversivos". Aunque el Informe antes mencionado sólo se refiere a la zona norte de Chiapas, sin embargo puede aplicarse a amplias regiones del país y aun al país entero. Para mostrar cómo se realiza la GBI en México, es indispensable describir someramente los tres frentes en los que opera:

1. Frente militar. Tiene como objetivo "adecuar las actividades estrictamente militares a las necesidades de una guerra en la que las fuerzas armadas no deben causar excesivo dolor a la población civil. O, si lo causan, deben procurar que no haya reacciones populares adversas" (Enfasis, GM).

2. Frente de los auxiliares civiles. Su objetivo consiste en "reclutar todos los apoyos civiles que la estrategia contrainsurgente requiere. Como se trata de quitar apoyo popular a los rebeldes, la contrainsurgencia debe ganar la mente de la población civil" (Enfasis GM).

3. Frente de la opinión pública. Para nuestro propósito es lo más importante, pues en este frente "las fuerzas armadas involucradas en labores de guerra irregular deben: a) cuidar su imagen pública, b) denigrar al enemigo y c) cercar y destruir a todo potencial aliado del mismo" ((CDHFBC, 1996: 158-96. Enfasis GM).

En particular este "tercer frente" se encarga de que toda la información que llega (o se oculta) a la masa de la población, sea la que desde esas alturas del Poder (económico-político-militar) se considera la adecuada. No la que es veraz, suficiente y oportuna según lo establece el "derecho a la información". Sin embargo, lo más grave de todo en esta guerra que vivimos es que "los frentes descritos forman un todo: el primero asegura que las tropas y mandos involucrados [fuerzas especiales] no cometan errores que puedan destruir la imagen pública del ejército contrainsurgente; [además] las operaciones quirúrgicas, siendo menos escandalosas, hacen más fácil la lealtad de las fuerzas civiles... Finalmente, la participación de civiles es 'buena prensa'. Y el manejo de la opinión pública asegura la legitimidad de todo el proceso" (CDHFBC, 1996: 158-9).

Por si esta situación fuera insuficiente, en el caso específico de Chiapas, sobre todo en la zona zapatista, ejércitos y diferentes policías, han establecido un triple cerco: el propiamente militar, mediante cuarteles, retenes, campamentos y centros de instrucción. Asimismo, el cerco económico, mediante el cual se impide la entrada y salida de productos agrícolas: sean los que se producen en la zona, o bien los que requieren para su subsistencia. Finalmente, el cerco informativo, al cual alude el "frente de la opinión pública", ya que mediante el control de las noticias, se distorsionan, silencian, minimizan o desdibujan los hechos que podrían afectar la buena imagen del ejército, de las policías o del gobierno (federal, estatal o municipal). Asimismo, ciertos hechos de violencia, por ejemplo, se atribuyen a "problemas entre diferentes grupos religiosos" o a "rencillas familiares", o bien, a "pleitos comunes por tierras". En otras palabras, mediante argucias se pretende ocultar la verdadera naturaleza de los conflictos que a diario ocurren en el país; pero especialmente en las regiones donde se ha acentuado la militarización y la intervención de las llamadas "fuerzas de seguridad nacional", como Guerrero, Chiapas, las Huastecas, y Oaxaca.

Desgraciadamente, la "militarización" y sus excesos des-informativos no son algo exclusivo de México. En realidad, abarcan al mundo entero, ahora dominado –en este mundo "unipolar"- por las fuerzas hegemónicas del Imperio, cuyas bases militares se encuentran diseminadas por todo el planeta. En cuanto a la campaña desinformativa baste recordar la forma en que nos llegaron las noticias sobre tres hechos donde intervino el ejército norteamericano: Panamá (1989), Irak (1991 y 1999), Yugoslavia (1999). En estos tres casos, la combinación de silencio, deformación noticiosa y manipulación descarada, ha hecho evidente que la "democracia", tal como se practica –no como se teoriza- es una máscara que oculta el despojo, la represión, el engaño y la concentración del poder y la riqueza en unas cuantas manos. Sin embargo, para muy pocos es evidente que la guerra que vivimos es, precisamente, la Cuarta Guerra Mundial, en la cual la tendencia dominante no apunta hacia la democracia, sino hacia la dictadura mundial del capital financiero.

La IV Guerra Mundial

Efectivamente, el proceso de "mundialización" a que nos ha conducido la expansión del "gran capital", que se mueve "en las heladas aguas del cálculo egoísta" –ya desde el siglo pasado, según constataba Karl Marx- puede considerarse como una guerra por la conquista de nuevos mercados, basada en el convencimiento propagandístico de millones de consumidores: "El hecho es que una guerra real, una guerra económica global continúa, y nuestra seguridad nacional sigue en riesgo...", afirma sin rubor Albert Narath, presidente de los Sandia National Laboratories. Sometidos a las inmisericordes leyes del mercado, que los obligan a vivir temerosos por la posibilidad de hundirse en esas "heladas aguas" de que habla Marx, los estrategas transnacionales del mercado "libre", se ven obligados a ejecutar verdaderos planes bélicos, para no ser derrotados en las batallas campales que los llevarán a conquistar (o a perder) nuevos territorios.

Esto es lo que el subcomandante Marcos llama la "IV Guerra Mundial":

No se trata sólo de una destrucción material de las bases materiales de los Estados nacionales. También (y de manera tan importante como poco estudiada) se trata de una destrucción histórica y cultural. El digno pasado indígena de los países del continente americano, la brillante civilización europea, la sabia historia de las naciones asiáticas, y la poderosa y rica antigüedad del Africa y Oceanía, todas las culturas y las historias que forjaron naciones son atacadas por el modo de vida norteamericano. El neoliberalismo impone así una guerra total: la destrucción de naciones y grupos de naciones para homologarlas con el modelo capitalista norteamericano.

Una guerra, pues. Una guerra mundial, la IV. La peor y más cruel. La que el neoliberalismo libra en todas partes y por todos los medios en contra de la humanidad.

Todos esos "medios" a que alude Marcos, entre otros, son los llamados "medios de información colectiva, los cuales, según hemos apuntado antes, sirven como "aparatos ideológicos" para difundir el American.


Guillermo Michel



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